sábado, 3 de marzo de 2018

El rododendro no tiene quien le escriba

¡Humanos!
Ya no sé si queda nadie que se pase por aquí. Pero yo saludo. Desde verano del año pasado que no escribo, ya me vale.
Pero solo hay un par de datos importantes que resaltar. Bueno, tres.

1-No me he muerto
2-Me encontré a Gervasio (un jerbo) y ahora somos tres en casa.
3-Me caso en mayo y vuelvo a Japón.

Ahora que todo el mundo está al día, vamos con una hermosa historia:


7 de agosto de 1993. Hacía sol. Hacía viento. Hacía de todo. Posiblemente, en alguna parte del mundo, había huracanes, terremotos y volcanes en erupción. Supongo que incluso ovejas voladoras armadas con navajas de Albacete.
En tal día, un señor llamado Felipe decidió arrancarse las piernas. Pero se dio cuenta de que no era tarea fácil, así que desistió. Y en lugar de ello, se dedicó a tallar figuras de madera que representaban platos de macarrones.

Puestos ya en contexto, tengo que hablar de Romualda, una pastelera bicéfala que vivía cerca de Felipe. Estaba enamorada de él en secreto. En realidad, también estaba enamorada de siete personas más, pero es un detalle sin importancia.
Romualda se pasaba el día pensando cómo declararse. Solo dejaba de pensar en ello cuando dormía y cuando salía a cazar mamuts de algodón de azúcar. Pero nada acudía a su mente, así que al final se hizo vieja y falleció sin haber intercambiado palabra alguna con Felipe.

¿Y por qué es hermosa esta historia? Pues porque no hay cucarachas.

Fin.