viernes, 25 de agosto de 2017

Todo era violencia a su alrededor.

Le costaba recordar una época en la que no hubiese existido el caos. De hecho, no se sentía capaz de disfrutar de una vida calmada. Los regueros de sangre formaban parte del paisaje que le era tan familiar. Incluso los gritos eran parte de un sonido ambiental que extrañaría si llegase a desaparecer.

Ella lo sabía. No solo eso, lo aprobaba. A veces se la podía ver en un rincón, una figura menuda que presenciaba todo en absoluto silencio. Sus ojos no transmitían emoción alguna, pero permanecían bien abiertos para no perder detalle de cuanto sucedía.

Nadie era capaz de decir en qué momento había comenzado todo. Ella parecía haber estado siempre allí, como si encarnase la esencia misma del lugar. Frágil en apariencia, delicada en sus ademanes. Pero brutal cuando era contrariada. Allí no tenía cabida error alguno, un simple descuido podía sentenciarlos a todos. Él lo sabía, pero nunca le había preocupado. Su labor era única e imprescindible. Era el ejecutor de la justicia, aquel que manchaba sus manos arrebatando la vida a otros.


Esa era su misión. Ese era su sueño.

No hay comentarios: