martes, 17 de enero de 2017

¿Cómo se convive con la depresión?

Hace tiempo que no hablo del tema, pues han pasado varios años desde la última vez que tuve que enfrentarme a una crisis depresiva. Sin embargo, la depresión siempre está ahí. Al menos la mía, que no responde a causas externas y no se sabe bien qué la provoca. Solo queda la opción de medicarse y seguir con el día a día, agradeciendo que no vuelvan los malos momentos.

Soy feliz, para qué negarlo. Pero también tengo momentos en los que me canso de tener que estar siempre enfrentándome a desajustes anímicos inesperados y absurdos. Para mí, convivir con la depresión es un esfuerzo constante. Un esfuerzo que me conduce directamente a disfrutar de mi día a día, pero que a veces resulta agotador.

Hace poco salió el tema con unos amigos y he pensado que estaría bien contar cómo ha ido todo en los últimos años y qué tal lo llevo. La respuesta corta es "estupendamente". Pero hay que analizar el camino que toca recorrer para conseguir ese éxito.

Pondré un ejemplo. Mi vida es como avanzar sobre una cinta transportadora. Imaginad una de esas máquinas de gimnasio sobre las que caminas (o corres) sin realmente desplazarte del lugar. Hay que mantener el ritmo o acabarás cayendo. Es mucho más aburrido y cansado que caminar por el exterior, pues no solo resulta más difícil mantener el equilibrio sobre una superficie que se mueve, sino que es imposible detenerse para recuperar el aliento. En un gimnasio puedes parar la máquina, pero mi vida sería una cinta cuyo movimiento nunca cesa. La mayor parte del tiempo, tengo que mantener un ritmo determinado para no tropezar. No es un ritmo elevado, es perfectamente asumible. Cuando duermo, casi se detiene. Se mueve de una manera imperceptible, quizás medio milímetro cada hora. Perfecto para tumbarme y descansar.
Pero claro, al despertar, el movimiento se acelera. Y toca echar a andar otra vez. Un día, y otro. Y otro más. Lo cual no es muy diferente de la vida de cualquier otra persona. Al menos, mientras todo se mantiene estable.

¿Qué pasa cuando de pronto la velocidad de la cinta cambia sin previo aviso? Pues toca hacer un esfuerzo extra y tratar de seguir caminando sin caer. Pero cansa, muchísimo. Quieres parar un poco y no puedes, ya que bajar la guardia es sinónimo de una dolorosa caída. En esos momentos, todas tus energías se centran en seguir en pie. No puedes hacer cosas básicas que otros hacen sin apenas pensar, pues corres el riesgo de darte un buen golpe contra el suelo. Es un poco frustrante, pero hace tiempo que aprendí que no sirve de nada quejarse. Lo único que conseguiría es gastar las pocas energías que me quedan y aumentar el riesgo de llevarme un batacazo.

Hace muchos años que no me caigo, como ya he dicho. Eso es algo que celebrar, especialmente si tenemos en cuenta que he ido reduciendo la medicación poco a poco. La idea es poder dejarla pronto. No sé yo si funcionará, porque esta depresión absurda mía que no tiene motivo no es muy amiga de que prescinda de mis drogas legales. Pero bueno, habrá que probar. A fin de cuentas, me pasé muchos años sobre la cinta sin ayuda de medicación alguna. Y siempre puedo volver a ella si lo necesito.
Así que estoy contenta. Sin embargo, siempre hay momentos más complicados. Cambios de estación, por ejemplo. Ahí la velocidad de la cinta se acelera y tengo que esforzarme el doble. Pero bueno, se aprende a vivir con ello.

Lo que quiero decir con todo esto es que la depresión (en mi caso) no es siempre algo que está o no está. Es algo que te acompaña sin manifestarse pero que puede asomarse a saludar en cualquier momento. Días en los que te cuesta salir de la cama, días en los que te cuesta un mundo hacer algo que veinticuatro horas antes hacías sin despeinarte. O días en los que te sientes como si hubieses despertado de un sueño muy triste que no consigues recordar. Puedo seguir caminando, afortunadamente. Pero me dejo el aliento en el proceso y hay veces que es tan agotador que te preguntas si realmente vas a ser capaz de seguir con esa lucha toda tu vida. Pero claro que se puede. No es fácil, pero es perfectamente posible vivir así.


Tengo suerte y puedo decir que el 90 % del tiempo puedo hacer todo esto de manera automática. Y el 10% en el que no es así, pues me aguanto y sigo adelante como puedo. Porque el resultado merece la pena. Hubo tiempos en los que ese 10% era el día a día que me tocaba sufrir, pero eso quedó ya atrás. Hago mi vida normal, soy feliz. Y eso quiero que lo tengan presente algunas personas que están pasando por situaciones similares. La lucha es agotadora, pero no durará siempre. No a ese nivel desquiciante, al menos. Y un poco de esfuerzo extra de cuando en cuando bien merece la pena para seguir disfrutando de todo lo que nos rodea, ¿verdad?

Yo sigo adelante, limitando lo que hago cuando vienen días malos y aprovechando al máximo aquellos en los que todo sale de forma natural. En lo que llevo de año he seguido estudiando, he vuelto a probar suerte con entrevistas de trabajo y he retomado vicios como los juegos. Y por ahora va muy bien. A veces estoy muy cansada (físicamente) pero creo que es normal, para hacer cosas normales hay veces en las que me tengo que esforzar el doble que otras personas. Eso pasa factura. Pero dejando eso al margen, poco afecta convivir con la depresión cuando está controlada. Desde fuera, parece que todo sigue igual pero habiéndome vuelto más vaga. Yo sé que realmente hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para cuestiones bastante simples y que eso poco tiene de vagancia. Y eso se lo quiero recordar también a aquellos que creen que no avanzan, que no consiguen nada o que retroceden lo avanzado sin poder evitarlo. Eso no es así, requiere mucho valor y esfuerzo el seguir con el día a día cuando tienes que cargar con ese peso, cuando no puedes bajar de esa cinta que no se detiene. Así que nada de sentirse mal, que no es nuestra culpa esta situación. Y al igual que yo he conseguido tener una vida normal, plena y feliz, el resto puede hacerlo. No hay que rendirse.

Así que nada, con esto actualizo mi estado, respondo a las dudas de algunos amigos y aprovecho para mandar ánimos a algunos amigos que lo necesitan. El mundo no se conquista solo, os necesito. Podéis lograrlo, merluzos míos.