miércoles, 10 de febrero de 2016

De mi perro y mis amigos (y de una carpa)

Tras unos días sin internet, regreso con todas las consecuencias. Las consecuencias son varias y no tengo ganas de enumerarlas. Pero una de ellas es actualizar el blog.

Qué decir, mi última entrada fue triste, pero es que triste he estado desde entonces. Ayer hizo una semana que durmieron a Plinio y reconozco que a veces aún se me escapa alguna lagrimilla. Pero desde luego, estoy mucho mejor y ya lo he asumido. Los primeros días pensé que me iba a dar un mal, no tenía ganas de nada, fue horrible. Y eso que yo vivo fuera desde hace casi un año y no tenía trato a diario como el resto de mi familia. Pero ay, cómo se quiere a los animales. O cómo los queremos algunas personas, porque me consta que hay quien no entiende el duelo por una mascota. La mayor parte, gente que no ha vivido la experiencia de tener animales. Otros porque no tienen corazón (recordemos que hay quien es capaz de abandonar a su propia mascota). Pero la verdad, me importa poco quien no lo entienda, porque hoy vengo a hablar de quienes sí lo hacen. O de quienes, sin hacerlo, se han volcado en mí para tratar de hacerme sentir mejor.

Sí, esta entrada os la dedico a vosotros. Porque dicen que todo lo malo lleva aparejado algo bueno, y en este caso lo positivo ha sido (además de la buena compañía perruna de tantos años) el disfrutar de vuestro apoyo.

Quiero dar las gracias por vuestras palabras de ánimo, tanta públicas como privadas. Tanto en los momentos previos como después me hicieron mucho bien. Fue un momento mucho más duro de lo que pensé. He perdido ya familiares, he sufrido rupturas amorosas... y sin embargo, esto me ha dolido bastante más. No me lo esperaba para nada. Pero es que Plinio era mucho Plinio. Lo bueno es que ya puedo recordar los buenos momentos sin venirme abajo, ya siento que vuelvo a disfrutar y he recuperado las ganas de hacer cosas.

Es agradable echar la vista atrás y recordar tantos mensajes de gente preocupándose por mí, tantas conversaciones con el objeto de comprobar cómo me encontraba y ver si lo estaba llevando bien (aunque fuera disimulado, de esas cosas me percato, jeje).
Y no pueden faltar los agradecimientos a los que sacaron tiempo para estar conmigo en los peores momentos. A Tomas y Alberto por encontrar un rato para verme en el exilio jerezano (me vino genial salir) y a Mariela y Fran por buscar un hueco imposible entre burocracia y reuniones para estar conmigo durante la espera en la estación. En serio, ese día fue especialmente malo y vuestros abrazos y compañía lo hicieron todo muchísimo más llevadero.

Por supuesto, gracias también a los amigos madrileños que se preocuparon por mí y me invitaron a salir para despejarme un poco (y para darme antojo de figuritas XD).

Finalmente, tengo que dar las gracias a mi melón, que me ha dado todo su cariño y me ha cuidado muy bien. Se ha preocupado mucho por hacerme sentir bien y aliviar mi pena. Claro que siempre se preocupa por mí y me trata muy bien, pero eso da igual. Se lo quiero agradecer de todos modos.

Total, que ahora que han pasado unos días, me siento ya mucho mejor. Y tenía ganas de haceros saber mi agradecimiento por todo vuestro apoyo. Por los mil euros no, porque no han llegado. Así que os castigo sin hablar de la carpa a la que hace referencia el título. Ja.