viernes, 22 de mayo de 2015

La frambuesa no ha hecho nada por mí

El título no podría ser más cierto. No hay nada positivo en mi vida que deba agradecer a las frambuesas. Tampoco nada negativo por lo que culparlas, la verdad sea dicha.

Esta información tan relevante da para horas y horas de reflexión, pero ahora no me apetece en absoluto reflexionar. Lo que me apetece es tener millones de euros. En su defecto, algunos miles. O una alpaca. Mil alpacas no, porque sería excesivo.

No sé cómo hemos llegado a mayo. Ni mucho menos cómo mayo se está acabando ya. Esta ciudad hace que el tiempo pase muy rápido. Hay mucho que hacer, mucho que ver. Y encima tengo a un merluzo al que ya dediqué una edulcorada entrada el mes pasado. Si es que solo me faltan los millones de euros, en serio. Con eso mi vida sería completa. Bueno, no, pero lo tendría mucho más fácil. Completa solo será cuando domine un territorio molón del universo. Es decir, nunca. Porque la vagancia me puede. Y el espacio está lleno de cosas raras y es muy negro y muy carente de atmósfera con olor a canela.

Hoy quiero hablar de Justiniano. Ese pobre hombre del siglo XVI que sufrió el ataque de la mariposa turca. O igual fue un trozo de corcho infame lo que decidió atacar a Justiniano. Nunca lo sabremos, porque acabo de decir que no quiero hablar de ello. No mientras aún estén recientes aquellos hechos macabros de la explanada de Padroseco (región sur).

En realidad no quiero hablar de nada. Así que os dejo con una serie de asteriscos distribuidos aleatoriamente:


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Precioso. Una obra de arte. Digno de los mejores museos del mundo. Cuenta con la bendición de un caimán cojo, con eso lo digo todo.

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