sábado, 17 de mayo de 2014

Hace un año

Hace un año estaba yo disfrutando del Sanja Matsuri en Tokio. Este podría hacer lo propio con la feria. Pero en lugar de ello, estoy vegetando en la cama, poniendo cara de escolopendra interestelar.

Han cambiado muchas cosas en ese tiempo. Gente que estaba a mi lado ahora no está. Y gente que no estaba, ahora comparte vida conmigo. Qué bonito todo *_*

Así que ahora me toca pensar en una buena celebración para el mes que viene, que mi merluzo estrena los 30. En realidad lo tengo todo pensado, pero como se pasa por aquí a leer entre las sombras, no puedo decirlo. Así que meloncio mío... ¡Te quedas sin saberlo! ¡No sabes nada, Jon Nieve!

La verdad es que el año pasado fue movido. Para compensar, lo que llevamos de 2014 es cutre y aburrido como él solo. Con esto del ahorro para el viaje de octubre, sumado a que donde vivo no hay nada que hacer...
¡Pero no importa! Lo estoy aprovechando. Leyendo mucho, mejorando idiomas, aprendiendo cosas nuevas, fusilando espectros de forma ovalada. Y fastidiando a la familia, que luego me vuelvo a independizar y hay que aprovechar ahora que se puede.

Lo que me alegra y en parte me motiva a escribir esta entrada, es recordar los buenos momentos de hace un año. Japón no fue un simple viaje de placer, ya que las circunstancias personales hacían que el irme a disfrutar fuese lo que menos me apetecía en ese momento. No imaginaba que el viaje se convirtiría en una experiencia interesante, con tiempo de soledad para aclarar mis ideas (es más bonito que decir que para irme de compras) y de compañía con tres personas a las que tengo muchísimo aprecio.

Ahora estos tres besugos se van a vivir otro viaje, del que espero noticias con muchas ganas (después de la que liaron en el Fuji, estoy deseando ver sus aventuras durante varios días de caminata).

Pero lo mejor es que no solo el pasado es interesante. El futuro también. Mi próximo viaje va a ser con mi amore. Un viaje inesperado, improvisado en una noche de hotel en el norte del país, meses ha. Un viaje al que, con suerte, seguirá una nueva etapa en la que abandonaré el exilio. ¡Sí! Mhuahahaha.

Así que estoy en un presente soso, pero con recuerdos bonitos a la espalda y con ilusiones para lo que está por llegar. Y con gente adorable que sigue ahí pese a la distancia. No puedo quejarme, no. Nunca una vida de exilio fue tan plena.

Y para despedirme, os cuento la dramática historia de un bolígrafo llamado Prim. O no. Mejor no. Que contiene detalles escabrosos y estamos en horario infantil.

No hay comentarios: