sábado, 26 de abril de 2014

Me está mirando un canguro

Oculto tras un cactus. Con esos ojos redondos, como de cristal. Observa, sin perder detalle. Cuando menos me lo espere, me robará los CDs.


Hoy es sábado, día del colchón vanidoso. Y me veo incapaz de salir de la cama. Eso suele ser normal en mi día a día, pero ahora al menos tengo un motivo. Un motivo más allá de la pereza, el sueño infinito o la posibilidad de que me ataque un armadillo cojo. Y ese motivo es que ayer me atacaron las agujetas del averno. Todas a la vez. Desde todas las direcciones posibles. Y las imposibles.

Así que emplearé mi tiempo encamada en algo útil. Muy útil. Como respirar. Es algo imprescindible para la vida. Para mi vida, al menos. Igual si fuese una bacteria aneróbica no lo necesitaría. Pero por ahora el oxígeno es mi amigo. Al menos lo será mientras no adquiera la mala costumbre de pedir dinero. Eso es algo que únicamente yo puedo hacer. Al menos, con estilo.

¿Cómo una persona puede emplear tres párrafos para decir que no le apetece salir de la cama? Siendo yo, está claro. Y siendo capaz de teclear una palabra tras otra sin pararse a pensar en lo que escribe. Y teniendo ojos de tipo seis. Que viene a ser lo que cualquier persona normal tiene. Salvo los informáticos.

Mi informático sigue siendo muy adorable. Tengo ganas de verlo y achucharlo. Fuerte, muy fuerte, pero sin romperle huesos. Por falta de ganas, ciertamente. Y por falta de fuerza suficiente. Y porque tengo una reputación de persona pacífica que mantener.

Total, que buen fin de semana para todos. Excepto para los que midan más de tres metros.