martes, 3 de septiembre de 2013

Efervescente Mel-ho

Así era como me llamabas. Hace ya más de cinco años. Una época de mi vida que se me antoja tremendamente lejana. Ha pasado muchísimo. Mi vida se vino abajo y volvió a levantarse dos veces en ese periodo de tiempo. Prácticamente no queda nada de aquel entonces. Salvo algunos buenos amigos. Y salvo tu presencia.

Apareciste en una época convulsa y pagaste por ello. Te alejaste, por motivos que entiendo. Y aquello también pasó factura. Te convertiste en un desconocido. Y pese a no olvidarte, no eras ya parte de mi vida. Ni de mis ilusiones.

Se inició una nueva etapa. Y me enamoré.
Soy una de esas personas que cuando se enamoran, lo viven al cien por cien. No hay más hombres que el que se ha instalado en mi corazón. Y aquel nuevo chico se encargó de iluminar mi vida borrando cualquier añoranza de mi pasado. Fue una época maravillosa. Pero las cosas acaban. Acabó mi primer amor y acabó el último. Guardé los buenos recuerdos (como la persona práctica que soy) y nueva vida. Esta vez tuve la suerte de no perder a quien sigue siendo una persona importante para mí. Gran suerte.

Las páginas se pasan cuando el tiempo así lo dicta. Y fui danzando de un lado a otro, rechazando muchas manos que se tendieron en mi dirección. No, mi corazón no quería dueño.
Algunas personas se ganaron mi afecto. Quién sabe, es posible que alguna de ellas se hubiese acabado ganando algo más, entregada como soy yo a quien me adora. Pero no fue así. Quizás porque tocaba vivir el reencuentro más esperado. El nuestro.

Es curioso cómo el pasado me golpeó de lleno cuando te tuve frente a mí. Imagino que habría sido diferente si no me encontrase sola en ese momento. Pero lo estaba. Sola y en un lugar que no me correspondía. Un lugar que me dejaba peligrosamente cerca de ti. Como si toda la época anterior, ahora desaparecida, hubiese dejado un hueco que se llenó repentinamente con los recuerdos.

No fui capaz de verlo en un principio, claro. Yo aún lloraba secretamente una pérdida. Marcada como estaba por nuestro pasado, me ilusionaba con nuevas caras. No duraba mucho tiempo, pero sí el suficiente como para no fijarme en ti de aquella manera que tanto trataba de evitar.
Pero las palabras del pasado eran como un eco del que no me podía librar. Tus brazos volvían a rodearme como en aquellos tiempos. Y a diferencia del pasado, ahora esos abrazos podían convertirse en algo más. Podían transmitir todo tipo de sentimientos. ¿Pero qué haces cuando no sabes ni lo que sientes?

Pero no tengo remedio. Me aferré a todo lo que podía ver como algo negativo. Una barrera que me mantendría alejada de ti, de la fascinación que seguían ejerciendo tus palabras. O esa era la teoría. En la práctica, solo retrasé lo inevitable. Lo que podría haber pasado unos meses atrás. Y quién sabe si es algo que podría haber surgido hace aún más tiempo, si las circunstancias hubiesen sido favorables. De ser así, habría fracasado estrepitosamente. Se necesita algo más que ese extraño vínculo que desarrollamos. Pero ahora... ahora somos dos personas diferentes. Capaces de volver a vincularnos, no de la misma manera, sino de una incluso mejor.

Es algo que no habría imaginado antes. Lógico, en aquel entonces solo tenía ojos para otra persona. Pero al mismo tiempo, lo analizo ahora y me parece completamente lógico. ¿Cómo no iba a surgir algo así entre dos personas que encajaban tan bien? Por algo has sido el único capaz de entrar en aquel palacio entre los jardines. Solo tú tenías (y tienes) esa sensibilidad especial, esa capacidad de soñar y arrastrarme contigo.

Que no se me malinterprete. Fui inmensamente feliz con las personas con las que compartí mi vida anteriormente. Siempre me he enamorado al cien por cien, en cada una de mis relaciones.
Pero la actual tiene ese toque místico, de recuperar algo importante que pensabas que nunca ibas a tener de nuevo. Y descubrir que ahora es incluso más valioso que antes.

Quizás todo esto explica el motivo por el que mis labios se precipitaron sobre los tuyos en nuestra primera despedida. Y en todas las que siguieron a aquella.
Sé que el estado en el que me encuentro hace que todo parezca más idílico de lo que es. Si hubiese acabado enamorándome de otra persona, no me pararía a pensar en todas estas cosas que compartimos en su día y que volvemos a disfrutar juntos. Pero, por un motivo u otro, de quien me he enamorado es de ti. De esa persona que me llamó poderosamente la atención antes de conocerla siquiera, solo por lo que transmitían sus palabras. De alguien que, tan diferente de mí como es, al mismo tiempo me complementa de una forma especial.

Quién sabe qué nos deparará el futuro. Ignoro cuánto tiempo podré disfrutar de ti, pero me gustaría que fuese mucho. Muchísimo. ¿El resto de mi vida? ¿Por qué no? Y el tiempo dirá si esta es otra historia de felicidad temporal que luego queda en una maravillosa amistad o si eres realmente la persona que va a compartir sueños conmigo. Me gustaría que fueras tú, claro. A todos nos gusta eso cuando estamos enamorados. Pero la verdad, me gustaría, ya no por ese motivo, sino porque realmente eres una persona fascinante. Eso lo supe ver cuando no sentía nada por ti. Y supe también que yo quería a mi lado a alguien así. Alguien que me dejase atravesar su coraza y me entregase su corazón sin reservas. Alguien que echase a volar a mi lado y compitiese conmigo por ver quién era capaz de llegar más alto.

Y es que hay cosas que nunca cambian. Y ni todos estos años han conseguido borrar nuestro anhelo por vivir nuevas aventuras que solo están en nuestra mente. Compartimos un escenario que ha sido diseñado por nuestras ilusiones y nadie más puede entrar a perturbar nuestra paz. Nos jugamos la vida persiguiendo lo imposible, abriendo una puerta tras otra. Hasta que al final acabamos descansando en más idílico de los mundos. El que forman nuestros sueños y el que dibujan tus brazos, rodeando mi cuerpo.

No sé cuándo leerás esto, si es que lo haces. Pero aquí estará como testimonio de que un día me sorprendí al comprobar todo lo que habíamos pasado juntos. Juntos en la distancia, en el abandono. Pero también en la cercanía de nuestros besos.

Todavía se me hace extraño. Que de todas las personas que podían ocupar mi corazón, hayas sido tú la elegida. El viejo amor platónico, ahora real. Olvidado y recordado, como las historias que merecen la pena.

Todo esto lo pienso ahora, mientras recuerdo cómo contemplaban las estrellas en llamas nuestros "yo" del pasado. Ahora ya no miramos las estrellas, sino que preferimos perdernos el uno en el otro. Las cosas cambian, pero la esencia sigue presente, apenas modificada. Adaptada para funcionar mejor si cabe, pero nada más.

Y tú lo entiendes. Como entiendes que esto es más que una simple declaración de sentimientos. Pública la lectura, pero privados los significados que solamente nosotros sabemos ver.

Habrá más, mucho más. Susurrado entre miradas, mientras juego con las ondas de tu pelo. Y no eres tú, ni soy yo, sino que somos un extraño concepto, un "nosotros" perturbado y dialogante con todos sus sentidos. Definiéndose entre el caos, entre la luz y la penumbra, entre la ilusión y el miedo.

Es lo nunca imaginado. El danzar del tiempo.

2 comentarios:

MaNoPlaS dijo...

Claro que estaremos juntos el resto de nuestras vidas... como? Que no te referías a mi? :-)

M dijo...

A ti te querré siempre de una forma especial *_*