martes, 30 de julio de 2013

¡Un Jancio salvaje apareció!

Hace ya seis meses que estoy soltera. Aunque mi Jancio se empeñe en que no lo estoy, yo tengo la última palabra en lo que a mi vida amorosa se refiere.
Y sí, es mi Jancio. Porque soy posesiva. Y porque, aunque no sea mi novio, es una persona muy especial y un gran amigo. Lo era antes de estar juntos, no veo motivo para que no lo sea ahora.

El caso es que todavía no ha aparecido una persona que le haga sombra (lo que subiría su ego si leyese estas palabras, pero no lo va a hacer). No me quejo, tampoco tengo excesivo interés en emparejarme. Al principio se te hace dura la soledad y quieres tener a alguien al lado, pero cuando te adaptas a la nueva situación, todo es muy llevadero. Especialmente si, como en mi caso, no pierdes a la persona que era importante para ti. ¡Anda que no paso buenos ratos charlando con él cada tarde! Y no solo con él, también con otros buenos amigos. Y con gente que no es tan amiga pero con la que me siento muy cómoda.

A veces juegas a sentir interés por la gente, de forma inconsciente. Especialmente cuando una es una persona cariñosa como yo, a la que le encanta el contacto físico y expresar lo que siente. Pero es un juego con las reglas claras, porque aquí todos sabemos que yo quiero a todo el mundo... pero a nadie tanto como a Jancio. Y eso no lo cambiarán amores platónicos, hipotéticos interesados en mi persona o amigos con los que bromear. Ni siquiera Tom Hiddleston, con lo que me gusta ese hombre. Puedo tener un amigo que esté buenorro y ser consciente de ello. Puedo tener otro que sea un encanto. También puede existir la extraña combinación de amigo buenorro encantador, cosa que derivará en mil achuchones y declaraciones amorosas que me harían salir corriendo como alguien se las tomara en serio.

Y es que la soltería es nueva para mí. No tener compromisos es nuevo. Que alguien se interese por mí, también lo es. Es un complejo mundo en el que cada día me "enamoro" de dos o tres personas diferentes. Ese mundo en el que, como siempre digo, te gusta todo el mundo porque realmente no te gusta nadie. O porque el que te gusta es tu ex.

Entonces el universo conspira contra ti y te pone en el camino a una persona que hace que todo se tambalee. Y te comportas de forma totalmente contraria a lo que uno debería esperar. En vez de declararle tu amor como a todo el mundo, le declaras tu indiferencia. Incluso cuando los hechos no acompañan a las palabras.

Es entonces cuando Jancio se burla de mí e intenta convencerme de que estoy emparejada. ¡Yo no puedo estar emparejada sin haber dado mi consentimiento para ello!
Así que hoy puedo decir que ya ha pasado medio año de soltería y no estaré mintiendo. Lo que no ha pasado es medio año de soledad, que es diferente.

¿Y cuándo terminará la soltería? Pues eso lo tengo muy claro. Cuando alguien me guste lo suficiente. Al nivel que me gustaba mi ex. No pienso conformarme con menos. No puedo conformarme con menos. No siento felicidad si no tengo a mi lado a una persona que me haga pensar que es lo más maravilloso del universo (después de mí, claro). Y ese momento está por llegar. Aún tienen que vencer al recuerdo del Jancio de los buenos tiempos. Que no es que ahora sean malos, pero ya no somos pareja. No me quejo, ¿eh? Que lo que tenemos ahora es también muy bonito. Me encanta poder seguir achuchándolo (aunque sea virtualmente), tomándole el pelo y contándonos nuestras cosas. Y tan pronto le digo que está buenorro como le estoy hablando sobre el chico que me gusta. Y es que eso sí tengo. Pareja no, pero chico que me gusta... algo hay. Pese a mi reticencia. Y es que mira que me empeño en negarlo, en buscarle mil defectos y en usar la razón para exponer mil motivos por los que me conviene estar sola. Pero nada, que hay cosas ilógicas y es mejor aceptarlas.

Y mi Jancio salvaje se divierte viéndome negar una y otra vez el que exista algo entre ese chico y yo. Y yo le pego palizas ascii y le dedico malas miradas. Pero poco importa todo esto en el fondo. Hay algo más importante que el hecho de que yo lleve seis meses soltera o no. Y ese algo es el hecho de que sigo teniendo a mi lado a este merluzo jancil y binario. Que se ha cumplido todo lo que nos propusimos siendo pareja, referente a querer seguir siendo amigos si un día dejábamos de estar juntos. Entre ambos hay un cariño excepcional que no va a desaparecer. El que siento hacia una buena persona que siempre me ha ayudado mucho, tanto como amigo como siendo mi pareja. Una persona con la que he compartido mucho y con la que queda un bonito vínculo que prácticamente nos hermana.

Así que esta es mi entrada del medio año de soltería. Una entrada que no tiene nostalgia ni dolor. Solo alegría y mucho cariño hacia un merluzo que siempre será muy importante para mí. Quién sabe. Quizás hasta algún día le doy la razón y admito estar emparejada. Pero bleh, para eso aún queda...

lunes, 29 de julio de 2013

Entrada dramática

En realidad no. Pero me aburría y me apetecía fastidiar.
Otro día pondré algo de verdad.

martes, 23 de julio de 2013

Saaai

Surcaba los cielos con una amplia sonrisa en el rostro. Cruzaba el manto de nubes, desapareciendo un instante. Y al poco, volvía a dejarse ver, unos metros más allá, donde el sol acariciaba con más calidez.

Daro la contemplaba junto al joven de los cabellos de fuego. Ambos intercambiaban miradas cómplices, mientras sus cuerpos reposaban el uno junto al otro. Al fin llegaba ese momento tan esperado, el primer vuelo no programado. El primer vuelo que únicamente obedecía al placer de jugar entre las corrientes de aire, de contemplar el mundo, tan pequeño, a sus pies.

Se sentía dichosa.

Pero era mucho más que todo eso. El significado no podía deducirse a simple vista. Pero estaba ahí, accesible si eras capaz de prestar un poco de atención. Una revelación que solo acompañaba a los que eran capaces de permanecer horas ante un mismo cuadro.

Era la melodía que había estado buscando durante años. ¿Años? No tenía forma de medir el tiempo. Pero en la subjetividad de su encierro, de su estancia con las sombras, años era la medida que más se ajustaba a lo experimentado. Incluso se quedaba corta.
En cualquier caso, poco importaba ya. Descendiese o ascendiese, con dolor o sin él, con dicha o sin ella, con ayuda o por sus propios medios... todo formaba ya parte de esa nueva página que había estado en blanco, a la espera de un momento como aquel.

lunes, 22 de julio de 2013

Confesiones ante el espejo

Recuerdos de tiempos pasados. De ilusiones jóvenes, de vidas que eran muy diferentes a lo que son ahora.
Palabras. Creadas cada noche para alimentar nuestros espíritus. Consumidas con avidez en cuanto estaban disponibles. Y que siempre dejaban con ganas de más.

Una persona que lo fue todo y que, en cierto modo, lo sigue siendo.
¿Por qué? ¿Aún queda aquella magia de los tiempos en los que aún no había conocido la oscuridad? ¿Por qué es tan especial su figura? ¿Por qué deseo tenerla a mi lado?

Puede que ya no me sea posible sumergirme entre aquellas palabras, las más hermosas que han rozado mi piel. Pero hay tantas otras cosas que puedo hacer...
Como tenderte mi mano y esperar que la tomes.

Y entonces recuerdo. Una imagen. Un fogonazo repentino de lucidez, un estallido de sensaciones que me envuelven y me transportan en un segundo a toda una vida que creía perdida. Y los veo a ambos, abrazados mientras el día se va consumiendo lentamente. Ella lo mira a los ojos, él acaricia suavemente su rostro. Y entonces ella se aprieta fuerte contra él y susurra aquellas palabras. Casi se las lleva el viento, no son audibles entre el sonido del tiempo que transcurre acelerado. Pero yo las recuerdo.

Vuelvo entonces a mi tiempo, a mi vida, a mi mundo. Y tú sigues en él. La pregunta es, ¿por cuánto tiempo? La respuesta solo la tienes tú. Solo la tengo yo.

miércoles, 17 de julio de 2013

La maldición del salmón sin casa

Llovían lechugas albinas y el pobre Hinojoso se dirigía a casa a paso lento. Ya casi estaba en su destino cuando fue asaltado por el anciano sin cabeza.

-Usted debe ser Hinojoso -dijo el anciano.

Hinojoso no respondió. No solía hablar con decapitados. Tampoco es que hubiese visto uno antes, por lo que no sabía el protocolo de actuación. Por no saber, ni siquiera sabía cómo alguien sin cabeza podía estar ante él articulando palabras.

-Sí, a todo el mundo le extraña la primera vez -comentó el anciano-. Pero no sea tímido. Anda, sea buena persona y deme su dinero.

Hinojoso retrocedió un par de pasos. No tenía dinero. Pero eso era lo de menos.

-Así que no quieres darme unas monedas, ¿eh? ¿Y tampoco un poco de tu alma?

Hinojoso se tensó al escuchar estas palabras y trató de dar media vuelta, pero tropezó con una de las lechugas que acababa de caer y acabó de bruces en el suelo. Sintió que el viejo se abalanzaba sobre él, pero en el último momento, una sombra apareció de la nada y lo abatió de un disparo.
Hinojoso se incorporó con cuidado y lo vio. Era él. El único, el inigualable.

El pseudodragón había vuelto.

martes, 16 de julio de 2013

Usted me ha robado el dinero y tres lacasitos

Los troncos no se llevan bien con las cigüeñas. Eso lo sabe todo el mundo. Y el que no lo sepa, no merece vivir entre lingotes de oro. Así que dádmelos.

El caso es que hay un tronco que está enfadado porque sus amigos han sido convertidos en tocones y él es el único que aún se eleva altivo, desafiando a la gravedad y la regularidad estética de sus compañeros. ¡En lugar de sentirse como un privilegiado!
Y ese tronco no tuvo la mala suerte de encontrarse con una cigüeña, pero sí con un barril de vino.

-Tonel, realmente -dijo el barril... que es tonel... que es... lo que quiera ser.

El tronco lo miró de arriba a abajo y no dijo palabra alguna. No le gustaba hablar con sus parientes una vez habían pasado por la cirugía estética que supone la mano del hombre. La industrialización es lo que tiene, comentaban en ocasiones los pinsapos. Pero todos sabían que esto había sido así desde tiempos mucho más antiguos. Pero ya se sabe, siempre hay que culpar a los avances tecnológicos.

El barril-tonel se alejó rodando colina abajo, quedándose el tronco a solas con sus pensamientos.

"Es posible que todo esto guarde relación con el desarrollo de la Playstation 4" O con el cambio climático, quiero añadir yo. Porque siempre tiene la culpa de todos los males del mundo.

Esto debería hacernos reflexionar sobre el destino de los boquerones y la proliferación de las petunias en lugares que no son naturales para ellas. Como las cabezas de asnos.
Pero nah, aquí nadie piensa en esas cosas. Para qué, si tenemos lo mundano. Ah, no saben que el día menos pensado, lo mundano se rebelará y querrán comerse a la humanidad con salsa barbacoa. Y yo me habré librado por estar de vacaciones en el interior de un volcán. Qué, cómo te quedas. "To frío", que le diría a Jancio. Pero como ya no me lee, diré una frase con más sentido:

"Jamás subestimes a un rinoceronte enamorado".

Ahí queda eso.

lunes, 15 de julio de 2013

Soñando que soy la muerte

El título lo dice todo. He soñado que yo era la muerte. Pero además había templos chinos, viajes a lugares imposibles y dinosaurios.

Vayamos por orden.

Yo estaba tranquilamente en una ciudad, alguien me estaba enseñando el interior de lo que iba a ser mi nueva casa. Y era maravilloso todo.
Entonces veo en la tele una noticia de un grupo de excursionistas que casi son arrollados por una moto. En el vídeo veo a mis antiguos compañeros del ciclo, a gente desconocida y a un par de eolianos (Flash y Darzia).

Me dirijo al lugar de los hechos y me encuentro con ellos, que no se han movido del sitio. Me hablan de demandar a los conductores de las motos y no sé qué historias, pero yo en ese momento no hago caso porque por el bosque me encuentro la entrada a un zoo o algo similar. Te dejaban tocar los animales y recuerdo coger un panda rojo (para envidia de Scullywen, que me debería estar leyendo). Más adelante me hacen detenerme y me llevan a una explanada donde un cartel indica que me debo quedar descansando y jugando con el panda, porque necesita tomar el sol. Y que al atardecer reanudaremos el paseo por el zoo, pero esta vez será un viaje a un lugar del mundo en el que siempre hay un atardecer eterno y que es muy bonito.

Total, que estoy allí tumbada cuando de pronto ya no está el panda y aparece un mono. Me pongo a jugar con él y a bailar. Descubro, divertida, que el mono es capaz de imitar a la perfección mis pasos de baile y me pongo a improvisar coreografías para ver qué tal se le da.
Aparecen entonces unos híbridos de mono y ser humano. Como humanos involucionados con rasgos simiescos. Estaban enfadados por algún motivo y yo retrocedo. Veo entonces a mis compañeros diciéndome que hay una línea en el suelo, que me refugie tras ella, que no me podrán atacar.
Así lo hago y de pronto cambia el escenario y estoy en una ciudad.

La ciudad está medio en ruinas y hay una serie de policías investigando que mis compañeros no tengan drogas. Una de mis amigas tiene un perro blanco, que se va a oler una pastilla (supuestamente algún tipo de droga) del suelo, mientras la dueña intenta desesperadamente que se aparte para que la policía no relacione al perro con la droga. Sin embargo, había una especie de extraña ley (porque realmente era más como si ellos no tuviesen la posibilidad de hacerlo) que impedía que se moviesen cuando un policía (que realmente llevaban trajes más parecidos a los de las SS que a los policías) descubría drogas. Sin embargo, a mí no me afectaba esa "norma", así que agarro la pastilla y la tiro a una hoguera que había dentro de una maceta. Me regaña el poli, diciéndome que no puedo asesinar las pruebas. Yo miro con cara de "qué me estás contando" y me largo de allí.

Cae la noche y yo estoy alojándome junto a los demás en un hotel a pie de playa. Hay unas ruinas cerca de la orilla y me da por explorarlas con algunos más. Descubrimos agujeros que conducen a sitios que dan mal rollo, así como una placa de la que escapan chispas. Algo va mal con la electricidad de aquel lugar y uno de los chicos se acerca a ver de qué se trata. En ese momento, cuando toca la placa, hay un enorme apagón en toda la zona.
Entre las ruinas, hay esqueletos de un mamut y algún dinosaurio. Parece que con el apagón ha pasado algo raro y vuelven a la vida. O van a volver a ella, es como si tuviese imágenes del futuro en mi mente.

Visto el panorama, decido correr para escapar de los posibles dinosaurios. Llego entonces a un templo/palacio enorme, una fortaleza china. Intento que me dejen pasar, pero me ponen muchas pegas hasta que me reconocen como alguien "de los suyos". Me cuentan que hay tropas chinas que intentan tomar el templo (los que hay dentro no son chinos) y le digo que no tiene ningún sentido.

Entonces tengo un flashback, así con la imagen granulada de peli vieja y todo. Muchos años atrás, un emperador chino visito el lugar junto con su séquito y un gran ejército. Vino a pedir algo que se le denegó, por lo que se fue de muy malas maneras. Esto no habría ido más allá si no se hubiese puesto a insultar mientras abandonaba el palacio y uno de los guardias del mismo no le hubiese puesto la zancadilla para que tropezase.
En ese momento el emperador (o lo que quiera que fuese, porque nunca me llegó a quedar claro en el sueño) lanza una maldición.

Acaba el flashback y comento a la gente lo que ha pasado. Deben hacer las paces con los enemigos y pedir perdón por aquella humillación al hombre para que acabe la maldición. Pero los enemigos (que atacan cada media hora o así, en grupos de seis o siete) no quieren dialogar.
En una de las ocasiones, se cuelan enemigos ninja no se sabe de dónde. A mí me intentan matar, pero mientras trato de mantener una distancia entre el enemigo y yo, uno de mis compañeros se carga a uno de los ninja y va a por el que me está amenazando a mí. Aprovecho la ocasión para armarme con una katana y defenderme. Uno de los enemigos acaba a mi merced, pero decido no matarlo y le digo que vaya a hablar con su líder para contarle lo de arreglar el problema del pasado. Sin embargo, en cuando me descuido intenta matarme mientras me dice que no debo tener piedad con el enemigo. La verdad es que debe ser de los pocos sueños en los que soy buena persona y no mato a la gente.
El caso es que me defiendo, pero escapa. Quien no escapa es otra chica, que al enterarse de la vieja historia que ha provocado todo este conflicto, decide unirse a nuestro bando y mediar cuando vengan los próximos de su pueblo a atacarnos.

Nos adentramos en una sala del templo y descubro que se ha "desconfigurado". Como si fuera un videojuego que se actualiza el castillo tras ciertos eventos (tipo Suikoden) pero donde algo ha salido mal. Veo un patrón en el suelo que indica dónde deben ir las columnas, que han quedado desplazadas fuera de sitio. Las coloco correctamente mientras decidio cambiarles el color y convertir la sala en un lugar repleto de columnas griegas (a las que reduzco mucho el grosor para que los enemigos no puedan ocultarse tras ellas si se vuelven a colar).

A todo esto, parece que el problema con el templo se soluciona. Todo vuelve a la normalidad, yo vuelvo a mi tiempo y no hay dinosaurios por ninguna parte. Lo que sí hay es una enorme casa que se supone que he de compartir con varios de mis amigos.
Sin embargo, en esa casa empieza a morir gente, como en una peli típica de terror. Nadie sabe quién es el asesino, pero la gente va desapareciendo.
Me pongo a ver un capítulo de Doctor Who en el salón, mientras contemplo de reojo los movimientos de mis compañeros. Y como si el capítulo me diese poderes para viajar en el tiempo, empiezo a avanzar y retroceder. Descubro quién es el asesino (que se supone que me intenta matar a mí también) y entonces retrocedo en el tiempo (aunque en realidad era más como volver a cargar partida sabiendo ya lo que pasa) y me encaro con él.

¿Y quién era el asesino? El fontanero/carpientero/algo que arreglaba cosas. Que estaba encarnado en este sueño por Darzia. Él intentaba que la gente sospechase de un chico japonés que aparecía de la nada en el sueño, pero yo sabía que era él. Y me pongo a vigilar todo objeto contundente, cortante o similar que hubiese cerca de Darzia. En una de esas veo que desde el otro lado de la puerta alguien se las apaña para hacerse con una caña cuya punta era cortante. Abro la puerta y entonces Darzia me atraviesa con la caña. Pero yo sonrío y le digo que lo he pillado. Que ya no va a poder acabar con nadie, porque yo soy la muerte y todo el que intenta acabar conmigo sufre el destino que intentaba darme a mí. Y la gente que estaba muerta empieza a resucitar al tiempo que yo le robo la vida al asesino. Y todo acaba bien (menos para Darzia XD).

En ese momento cambia el escenario del sueño. Estoy con Flash en una cafetería, tomando tortitas con chocolate. Estamos los dos solos, hemos sobrevivido a la masacre de la casa aquella y todo parece conducir a un final feliz. Le digo si es consciente de que en las pelis aquello debería terminar de una forma romántica, con ambos juntos. Porque ambos estábamos solteros y no había nadie más a la vista (ese era el razonamiento de mi sueño, sí). Sin embargo, en el último momento le recuerdo que yo soy la muerte. Que debe buscarse a otra persona y formar una familia. Que yo no puedo concebir vida porque, a fin de cuentas, soy la muerte y mataría a cualquier ser vivo que intentase desarrollarse en mi interior.

Flash se va entonces y yo me encierro en el cuarto de baño del restaurante. Me miro en el espejo y me veo a mí pero con diez años menos. Tengo el pelo revuelto y la típica cara sucia y llena de cortes del que ha escapado de la muerte tras una larga persecución. Pero yo era la muerte. Así que en ese momento decido colocarme el uniforme oficial (la túnica negra con capucha) y tomo una guadaña entre mis manos. Y abandono el lugar. Para hacer las cosas típicas que la muerte hace, supongo.

Y hasta aquí el sueño de hoy. 

El caso es que el sueño acaba aquí. Que es mucho mejor que Sharknado, todo sea dicho.

Por cierto, Skyrunner, si lees esto habrás empezado a notar que los chinos son una constante en  mis mejores sueños. Habrá que investigarlo XD.

domingo, 14 de julio de 2013

Sharknado

Hoy quiero aprovechar la excusa de esta película para hacer un repaso de cosas terroríficas de temática similar.

Pero lo primero es lo primero. La imagen es maravillosa:




Vamos, no puedes perderte algo así y lo sabes.












Pero esta maravilla cinematográfica no puede hacernos olvidar cosas similares.

Como el maravilloso trailer de Moby Dick:




O esta otra maravilla... ¡Sharktopus!

                                                                                                                         

Pero esto no es todo...

¡Tenemos el ataque del tiburón de dos cabezas!








Precioso todo, ¿verdad?

Pero no nos olvidemos de Shark Attack 3: Megalodon





Realmente hermoso. Y hasta aquí el especial pelis cutres de hoy.

O no. Que casi me dejo esto:



sábado, 13 de julio de 2013

On

Daro regresó y la despertó de la pesadilla. Se había hecho daño en sueños, pero nada que no curase tras un par de días de descanso.

-Pues las alas rotas duelen menos que lo que me propones -se quejó la chica.
-Solo cuando se rompen de modo natural, tras haber intentado volar demasiado alto. Así que nada de sacrificios a estas alturas.
-¿Y más adelante?
-Más adelante serás más sabia, habrás cambiado de vida y tendrás aún más espejos en los que reflejarte. Posiblemente, para entonces no sea un sacrificio.
-Pueden cambiar muchas cosas de aquí a entonces.
-Así es. Y en eso radica lo maravilloso del asunto.
-¿No va siendo hora de sentar cabeza?
-Nunca vas a poder hacer eso. No es tu estilo.
-Sabrás tú ahora mejor que yo lo que puedo o no puedo hacer.
-La posibilidad la tienes. Pero no la quieres. No mientras tengas esa posibilidad que te llama en voz baja.
-La posibilidad sin garantías. La peor de las peores, si acaso fuese posible.
-Pero la única que te ilusiona. Y entiéndeme, no digo que no seas capaz de sacrificarte. Si alguien puede hacerlo, eres tú. Pero solo después de asegurarte de que has luchado por el resto de las posibilidades.
-¿Por qué hemos invertido tanto los roles de un tiempo a esta parte?
-La respuesta es tan sencilla como que te has librado de las bestias. Pero el mundo exterior, aun sin tus demonios, no siempre es acogedor. Por eso ahora soy el experto.
-Bah.
-Vas a ser feliz. Lo sabes.
-Lo sé. No tengo otra opción. La condena... la misma historia de siempre.
-Tu historia.
-Ciertamente.
-Ahora, vete a apagar el sol. Y mañana, ya sabes. Vuela en dirección al río del que has de beber y cargar la tinta de esa pluma con la que escribirás tu destino.
-Buenas noches, Daro.
-Buenas noches, Nay.

viernes, 12 de julio de 2013

Idealista

Tenía el ala derecha destrozada. Sangraba por los múltiples cortes que ella misma se había provocado. Y aunque el dolor era casi insoportable, sonreía como el primer día.

Había sido una medida drástica, pero necesaria. Estaba volando muy lejos, pero siempre precariamente. A ella le gustaba ser libre, volar sin dirección fija. Pero el azar no siempre la llevaba al mejor sitio. Por eso, esta vez, tenía que permanecer en tierra. No sería mucho tiempo, podía hacerlo.

¿Y después? Si la suerte no cambiaba, tendría que pasar largas jornadas en suelo firme. Jornadas que, esta vez sí, la proveerían de todo lo necesario para cuando necesitase volar lejos. Sí, conseguir todo ello sin tener que aterrizar era la opción deseable, pero no la posible. A menos si quería seguir volando a corto plazo y acabar ya con la incertidumbre.

Iba a sacrificar algo que le gustaba aún más que sus alas. Algo que no le pertenecía, pero que amaba con locura. Iba a tener que aumentar aún más la distancia entre ellos, quizás para siempre.

Podía ir todo terriblemente bien o terriblemente mal. Bueno, mal no debería ir.

¿Entonces? Quizás tenía miedo de dejar de perseguir unos sueños que nunca se habían cumplido. Pero alcanzar una meta no implicaba dejar de perseguir otras. Solo que quizás sería más tarde. O de otro modo.

Ella siempre había seguido sus impulsos. Y esta vez, su impulso le dictaba que fuese contra el resto de sus impulsos. Ciertamente, era una situación nueva y bastante extraña.

Además, era terriblemente consciente de que sus dos grandes sueños los podía alcanzar desde la comodidad del suelo. De forma más lenta, pero perfectamente posible. Y con más garantías de éxito que ir a lo precipitado.

¿Qué díría Daro? Ojalá volviese pronto de sus vacaciones. Lo necesitaba.

martes, 9 de julio de 2013

Adicta

Era adicta a estar entre sus brazos. Y entre los suyos. Y entre los de él. Todos eran uno, todos eran esa figura sin nombre que quería tener junto a ella. Pero había algo que no cuadraba, algo que la tenía rebotando de un lado a otro de la estancia. Menos mal que había acolchado las paredes tiempo atrás.

No podía abrazarlo cada vez que quería. No podía solicitar sus mimos cada vez que lo deseaba. Y además tenía que callar muchas cosas mientras mostraba su mejor sonrisa, aquella de "respeto tu decisión y sé cuál es mi lugar". Pero no le gustaba que su lugar fuese aquel por una simple barrera formada por el miedo de la otra persona. Y es que algo decía que ese era el problema, que los hechos y las palabras no iban de la mano en este juego.

Tenía claro que no iba a obviar esa corazonada. Nunca se había equivocado. No en eso. ¿Por qué habría de empezar ahora a cometer errores de juicio?
Pero tampoco iba a hacer nada al respecto. Disfrutar de la situación y de las ocasiones provechosas. Ser cada día más egoísta y volar sin importarle lo que hubiese al otro lado de las nubes.

Sabía que podía contar con Daro. ¿Sabía él que ya nadie recordaba su nombre? Solo ella. Era una dolorosa realidad que, al mismo tiempo, la reconfortaba. Volvía a tener sellado en acceso al mayor de sus secretos. Volvía a tener algo que le pertenecía a ella y solo a ella.

Ella, ella, ella, ella.

Ella..

Y no puedes borrar lo escrito y tienes que aceptar que ella es ella. Y es él. Y son ellos. Y lo son todo y nada. La espiral ya no existe y ya no puede precipitar uno a los abismos de lo insondable.

Entonces ella gritó. Y todas las sombras del mundo acudieron a rendirle pleitesía. Y se paseó entre ellas como una igual, desgarrándose la carne y convirtiendo sus huesos en armas de retorcido acero, en clavos que abrían heridas profundas. Y rió. Se quitó la máscara de lo que había sido y se negó a ponerse la de aquello que quería ser. No hay máscaras para el presente. Solo la brutal sinceridad que ahogaba a los que nadaban a sus pies.

Alzó el vuelo y permaneció suspendida en el aire. Cerró los ojos y tras cruzar los brazos sobre su pecho, se dejó caer. Ignoraba el tiempo que pasaría hasta que el suelo la recibiese, si es que era algo que llegaba a suceder. El espacio y el tiempo eran muy relativos para los seres que han caminado entre la luz y la oscuridad. Pero algo estaba claro. Cabía la posibilidad, remota, de que Daro la rescatase. Con una respueta, pues con sus brazos siempre lo haría. Es por ello que no podía morir, ni siquiera en caso de haberlo deseado. Había creado el arma perfecta para defenderse de sí misma.

Mientras caía, pensó un momento en él. En ellos.
"Ven" susurró. "Ven y vive".

lunes, 8 de julio de 2013

Leguminosa en una caja redonda

Y qué importaban las palabras, los actos e incluso la propia vida cuando llegaba el deshielo. El metafórico, que el real se supone que nos ha pillado de lleno, aunque yo haya escapado a él como si la cosa no fuera conmigo.

Nadie me ha prometido la luna, ni siquiera un trocito. Una pequeña roca. O una imagen. No, no hay luna. Y lejos de frustrarme, me ha hecho ilusión. Porque las promesas son el peor material de construcción y se me derribó una vez una estantería fabricada con ellas. Menos mal que no había dejado nada importante en sus baldas, solo un par de corazones de segunda mano que ya no funcionaban.

Así que estoy contenta. Y satisfecha. Y gratamente sorprendida por la evolución de los días. Me ha picado un mosquito y puede que en lugar de sangre, se haya llevado las sombras.

¿Y las dudas quién se las lleva? Pues la respuesta es sencilla. Nadie. Porque voy a seguir este camino de ego desmedido. Así solamente intervengo yo en las variables del tic tac que se arrastra pesadamente por la arena.

Además, mi impulsividad se ha ido de vacaciones, así que la gente recibe de mí lo que previamente han dado, no más. Hay un par de excepciones siempre, claro está. Pero no puedo hablar de ellas porque son los extremos que me equilibran y no hacen que me decante ni a izquierda ni a derecha.

Aprovecho entonces para advertir a los que me noten más pasiva o distante. Os sigo apreciando como siempre, pero ser siempre la que lidera cansa. Así que imaginad que estoy de vacaciones sociales. Y no hay más despertador en este tiempo de ocio que la llamada de otros. Si es que les apetece sacarme de este letargo relajante, que tampoco hay problema si no lo hacen.

Ah, sueño. Iba a hablar de dos personas importantes para mí. Bueno, hay muchas más, pero me refiero de las que han entrado en mi vida en este 2013. Así que en lugar de eso, hablaré de mi ex. Porque seguimos charlando a diario y apoyándonos el uno en el otro (aunque más bien, él me soporta, las cosas como son). Y es que mi binario es mi binario. Y no por el tiempo en el que hemos estado juntos (que también) sino por todo el tiempo en el que no lo estuvimos y él se desvivió por ayudar a una simple amiga a que pudiera levantarse de la cama. El amor vino y el amor se fue (por mucho que él crea que no fue así, yo no tomo decisiones tras comprobar que no puedo ser el todo par alguien). Pero quedan muchas otras cosas y el próximo que venga a mi vida más vale que lo acepte.

Por fortuna, en mi vida solo entran amigos. Quizás sea un abuso del concepto de la palabra amistad, pero es lo que hay. Nadie muere porque corrompa un poco la lengua en mi beneficio.
El caso es que cualquiera de ellos es para mí más importante de lo que imagina y despierta un sentimiento de esos que aún no han acabado de tomar forma y no pueden fusionarse a una palabra. Tengo curiosidad por ver el proceso de transformación, cuando se abran las crisálidas. Pero aún queda tanto que ni pienso en que algún día puede que se conviertan en mariposas. En mi presente no hay mariposas. Solo sueño. Y ensoñaciones.. Y un zigzag que no cesa y que acaba trazando la ruta adecuada para un compás que se acercó a una regla.

Esta es otra de esas noches en las que me podría dormir sobre el teclado, así que no habrá reflexiones. Solo un Césped Wenceslámico Integral en pi. Cosa que e estupenda a la hora de preparar bocadillos.

Buenas noche.

sábado, 6 de julio de 2013

In(alcanzable)

Le gustaba mucho. Demasiado. Como todo aquello que está fuera del nuestro alcance. O quizás como aquellas cosas que no existen y deseamos tener.

Pero no le frustraba no poder poseerlo. Porque a diferencia de un collar caro, no es el dinero lo que mantiene alejados los sueños. Este collar es especial, lo contemplas desde el escaparate y es él el que te elige a ti.

Sin embargo, por más que lo miraba, sabía que no deseaba adornar su cuello. No importaba. Y no porque tuviese dudas sobre si realmente era digna de portar aquella joya. O sobre si realmente la deseaba tanto o perdería la ilusión si llegase a verla sin aquel escaparate de por medio.
No, no importaba por un motivo mucho más simple. Ella era feliz por el mero hecho de contemplar la belleza, lo único. Poder disfrutar de aquella visión era un regalo.

Por la noche, antes de que la venciese el sueño, sonreía. Quizás algún día podría disfrutar de aquel tesoro. O de uno muy parecido. Pero eso era lo de menos ahora. Lo único que le importaba, es que nada ni nadie podía impedir que ella evocase su imagen antes de cerrar los ojos. Jamás podrían evitar que fuese feliz.

viernes, 5 de julio de 2013

Platos rotos

Por ahí la gente no hace más que repetir el diálogo aquel de que si tiras un plato al suelo y se rompe, aunque le pidas perdón no vuelve a ser el mismo.
La moraleja, por supuesto, es que eres idiota si la gente te dice que tires platos al suelo y tú obedeces. Y encima le pides perdón a un objeto inanimado.

Vale, no, la moraleja no es esa. Pero me da igual, porque para eso tenemos el kintsugi. Es un arte japonés en el que las piezas rotas de porcelana son reparadas con oro. Y se convierten así en un objeto único y más valioso que antes. Así que al raro que va tirando platos, que se deje de disculpas y aplique el conocimiento japonés.

Por tanto, que no vengan a darme lecciones morales cuando la cicatriz se puede convertir en algo valioso. Como las del alma. Almas sin cicatrices, bleh. De personas que no han vivido. Como la piel sin arrugas del que aún es demasiado joven. Lo que se vive nos marca, por fuera, por dentro. Y no es que acumular arrugas sea lo más fascinante del universo (porque en esta sociedad de la perfección se penaliza el paso del tiempo en lugar de venerarse), pero acumular cicatrices en el alma te hace más sabio.

Eso para los que tienen almas. Los que pueden desplegar las alas y volar se rigen por por otras normas. Ahí son dichas alas las que sufren el castigo, quebrándose e impidiendo alzar el vuelo. Pero sin necesidad de oro, todo vuelve a la normalidad. Y hay que ser muy observador para darte cuenta de cualquier recuerdo de heridas pasadas.

En cualquier caso, la única conclusión es que las cosas delicadas se pueden acabar rompiendo. Y que uno es libre de convertirlo en una tragedia o de arreglarlo y devolverle el esplendor.

No hace falta que diga qué opción es la que yo escogería, ¿verdad?
Exacto. Yo miraría mal a la pieza rota y le diría "Ya estás tardando en reorganizarte. Te espero fuera contemplando los girasoles".

martes, 2 de julio de 2013

Boa, geometría y puntuación

Me gustan las noches, porque es el momento del día en que yo soy más yo. Los ánimos están más elevados. Y encima no tengo que preocuparme de en qué invertir el día. La única opción es dormir, sin sentirte culpable o cansada. Y las horas que no duermes son horas que le robas a la legítima noche para compensarlo que no dio de sí el día.
La opción de aprovechar la noche para disponer del día no es válida. Las horas del día están contaminadas y son el doble de largas de lo normal. Y la gente es mucho menos interesante cuando luce el sol, porque aún no han bajado las corazas. Hay que esperar a que el cansancio les haga mudar la piel.

A veces tengo la sensación de que todos los seres humanos somos iguales. Hay más cosas que nos hacen asemejarnos que aquellas que nos diferencian. Todos queremos ser felices. Todos tenemos miedos. Todos deseamos conseguir nuestras metas y progresar.

Coge a cualquier persona al azar. Sabe lo que es el hambre, el sueño, el frío. Sabe lo que sentir felicidad y lo que es llorar una pérdida. Tendrá momentos en los que sentirá ternura y momentos en los que sentirá ira ante las injusticias. Disfruta de sus aficiones y de tener gente que te aprecia y a la que apreciar.
Tiene pocas ganas de madrugar para hacer un trabajo tedioso. Pero saltaría de la cama si tuviese un encuentro largo tiempo anhelado. O si la habitación se incendiase, claro. Y es que esa persona prefiere vivir a morir (si no sufre de trastorno mental alguno). Y prefiere disfrutar a sufrir.

Y escoge a cualquier otra persona de forma aleatoria y el resultado será el mismo. Nos parecemos demasiado, aunque nos guste diferenciarnos. La esencia humana está ahí y va más allá de clases, sociedades y fronteras.

Sin embargo, lo que nos hace encajar con otras personas son las pequeñas diferencias. Lo que es común en todos ya está tan asimilado que no lo usamos como base para relacionarnos. No nos acercamos a otras personas porque, al igual que nosotros, respiran y tienen aparato digestivo. Es algo en lo que ni siquiera reparamos. Es inherente a nuestra naturaleza.
Por eso, nos fijamos tanto en lo que nos separa. Porque son cosas arbitrarias, no fijadas en el ser humano por el mero hecho de serlo. Y son esas pequeñas cosas las que nos hacen no querer saber nada de una persona o quedarnos tremendamente fascinados.

Esas pequeñas cosas pueden crear sociedades fuertemente unidas. O pueden ser elitistas, si son minoritarias y cuesta encontrar a alguien que comparta esa particularidad de tu persona. Por elitista no me refiero a mejor, simplemente es algo minoritario, selecto... ¿pero para bien o para mal? En un mundo en el que todo el mundo encuentra adorable a un cachorrito, ¿cómo encajas si lo que adoras son las cucarachas? (la selección natural no debería permitir que ocurriesen estas cosas, pero la selección natural hace mucho que se rindió con nosotros).

Entre aquello que nos diferencia y no es particular, que nos define como personas, hay una gran variedad de elementos. Pese a ello, muchos de esos elementos se dan en gran número de personas que se integran y sienten que su vínculo no se limita a compartir la misma especie.

Y aunque no somos únicos en el mundo, sí podemos pertenecer a un porcentaje claramente en desventaja. El de los raros. Desde el que tiene unas preferencias que pocos comparten a los que hacen gala de un comportamiento que se rige por su propia moral y no por lo que la sociedad establece.

Yo soy consciente de que, para bien o para mal, estoy en este último grupo. No creo que sea algo de lo que presumir, no creo que implique un gusto más exquisito ni un valor añadido a mi persona. Simplemente es una configuración de un ser humano. Que es como es, pero que podría haber sido de cualquier otra manera. No es ni mejor ni peor. Es diferente.

No es un secreto que lo diferente encaja con mayor dificultad. Un mundo en el que los rectángulos campan a sus anchas, posiblemente se encuentre pensado para acoger a más y más rectángulos. Y si se incorpora un círculo a ese mundo, se encontrará con muchas puertas por las que no es capaz de entrar.
En este punto es cuando hay una gran diferencia entre los, siguiendo con el ejemplo, círculos. Los hay que odiarán al mundo, intentarán defender su ego de círculo y cuanto mayor sea la frustración por no adaptarse a un mundo rectangular, mayor será la frustración acumulada. Algunos renunciarán a su naturaleza de círculo y pasarán por quirófano para lucir sus angulosas formas. O quizás simplemente se mimeticen, aprovechando las puertas de gran tamaño, pues las pueden cruzar independientemente de su forma.

¿Pero y el segundo grupo? El segundo grupo también se frustra. Pero no culpa al mundo. Ni a se culpa a sí mismo. Simplemente piensan "Esto es lo que hay, vamos a ver cómo conseguimos la mayor felicidad posible aunque tengamos ciertas dificultades añadidas". Es el camino complicado, porque cuando algo sale mal, es más sencillo sucumbir a la ira que entregarse al estoicismo.
¿Cuánta gente habrá perdido la cabeza ante esta situación? A saber.

Otra pregunta sería... ¿en qué grupo estoy yo? Si damos por sentado que soy un círculo, claro. Muchos quieren ser círculos en un arrebato de sentirse diferentes. Y entonces llega un momento en que hay tantos círculos (reales o fingidos) que el mundo los tiene que aceptar y crear accesos adecuados para ellos. Y allá van tan ufanos los círculos, creyéndose diferentes a los rectángulos.

Así que yo no me quiero considerar un círculo. Ni un rectángulo. Ni nada. En realidad, lo bonito sería pensar que todos somos masas amorfas que podemos adoptar una forma u otra a placer. Pero no es tan sencillo. Algunos no pueden. Otros no quieren.

Volviendo a mi caso, tengo claro que soy un asterisco. Blandito, como un pompón. Al menos, así son esos palitos, como pseudópodos, que se doblan cuando voy rodando por la vida cual estepicursor en el desierto. Supongo que en mi interior hay algo más consiste, un núcleo del que salen mis púas de asterisco. Pero ignoro la forma de ese núcleo, soy un asterisco formado a base de múltiples rayitas superpuestas, habría que apartarlas para mirar bien. Y eso es muy poco decente.

La verdad es que como asterisco se vive bien. Al ser tan flexible, no suelo tener problemas para entrar en lugares no acondicionados para mí. De cuando en cuando lo hago, atravieso nuevas puertas y exploro. Pero no me hago pasar por lo que no soy, no escondo mi naturaleza.

Ciertamente, no soy el único asterisco del mundo. Me he topado con muchos otros (muchos dentro de la especie en extinción que somos). Pero la mayoría no son flexibles y no pueden seguirme cuando atravieso una puerta. Son rígidos y chocan con puertas varias. A veces se cuelan en la de los círculos, donde se sienten más aceptados, pues se sienten esferas a las que les hubiesen arrebatado trozos a mordiscos.

Afortunadamente, hay asteriscos que no se han fosilizado todavía. Ellos se suelen sentir tan incomprendidos como yo al ver a nuestros compañeros tan austeros, tan inamovibles. ¿Por qué tienen que ser así? Ser un asterisco no es malo. ¡Hasta podemos crear nuestras propias puertas con nuestra silueta! Sin apenas ayuda, sin recursos... pero con ilusión. Y te sientes tan bien cuando contemplas la puerta acabada y sabes que tienes tu pequeño rincón...

En mi estancia caben muchos asteriscos, aunque deben ser flexibles, pues el acceso se realiza mediante un túnel que requiere que nos vayamos adaptando a la forma de los distintos tramos. Lo que nos espera al otro lado es un lugar de paz, de encuentro ansiado.
Tengo a mis pequeños asteriscos a mi lado. Jugamos a contarnos historias y a soñar con vidas que no son nuestras, con viajes imposibles.
A veces nos sentimos solos, claro que sí. La habitación es enorme, demasiado para tan pocos de los nuestros. Por eso intento salvar a los que creo que pueden llegar al interior. Veo cómo aún pueden doblar sus patitas lo suficiente como para ir adentrándose en el túnel.
Aunque es peligroso. Alguno se ha agobiado ante el esfuerzo que supone, ha querido volver atrás y, con la histeria, se ha hecho daño buscando la salida. Y después han volcado en mí su ira y todas las culpas. Por haberlos invitado a pasar. Y es que siempre es más fácil culpar al pasadizo que aceptar que nos ha ganado el miedo.

No me rindo, pese a ello. Ni se rinden los asteriscos que comparten mi día a día. Sabemos que lo tenemos difícil. Pero si nos rendimos, nos endureceremos y tendremos menos oportunidades aún de encajar. Y sobre todo, perderemos la oportunidad de ser completamente libres, fieles únicamente a nosotros mismos.

Y así pasan los días, conjunción tras conjunción. Sintiéndome hermana con mis otras figuras, compartiendo un mismo aliento. Pero con la secreta esperanza de no ser el asterisco más flexible del mundo. Porque eso también me convertiría en el más incomprendido e inalcanzable.