lunes, 24 de junio de 2013

Huracán

-El viento ha derribado mi castillo de huesos -se quejó la chica-. Y encima apareces por aquí después de no sé cuántos años.

El pseudodragón puso su típica cara de indiferencia absoluta.

-Solo vengo a por Hinojoso -dijo.
-Oh, no, un Eleuterio II.
-¿El altisonante? No, no tiene nada que ver con él.
-Vale. Llévatelo. Nunca aparece aquí a la vez que aparecemos nosotros. De hecho, tú no deberías estar aquí.
-Tómatelo como un guiño de un espacio temporal a otro.
-Lo que me faltaba.

El pseudodragón arqueó el lomo y estiró los músculos de sus aún anquilosadas patas. La chica se preguntaba si él era consciente de que ella no era la misma que la joven que había compartido aventuras con él. Un mismo origen, pero no una misma persona.

Como si le hubiese leído el pensamiento, el pseudodragón habló.

-Soy consciente de que no eres ella, lo que facilitará mucho las cosas. Tú estás en un mundo más oscuro y extraño que el nuestro.
-Las almas en llamas de cuantos me traicionaron te tienen que llevar la contraia.
-Como sea. No quiero pasar un día más en este lugar.
-¿Y por qué has venido entonces?
-Es el huracán. Ha cambiado todo de sitio.
-¡Menos mi corazón!
-¿Tú tienes de eso?
-¿Qué te crees que soy?
-Algo peor que yo.
-Eh, no nos pasemos. Quizás ella te consentiría esas palabras, pero yo no voy a dudar en tomar medidas al respecto.
-¿Me harás dormir otra eternidad?
-No ha sido ninguna eternidad. Y ni siquiera ha sido mi culpa. ¿Crees que tengo tiempo teniendo que vigilar a estos dos? ¿Y a las sombras? ¿Y a los estúpidos infraseres con los que te relacionas?
-Ya me comeré alguno para ti.
-Argh, no quiero que hagas eso.
-Como quieras. Pero lo haré igualmente. Ya sabes, cadena trófica.
-Y tú estás arriba, entiendo.
-Benditos eslabones terciarios. Deliciosos.

La chica reprimió una mueca de disgusto. Al contrario que a su otra versión, no le gustaba tratar con esta criatura. Estaba por encima de muchas cosas, incluyendo de su propio sistema moral. No solía gustarle aquello que era más caótica que ella misma.

-No eres tan caótica como crees -dijo el pseudodragón-. Tu otro yo es mucho peor. Muchísimo peor.
-¿Te importaría dejar de hacer eso? Me incomoda.
-Es lo que tiene la mezcla de realidades. Tú también estás dentro de mi mente. Por eso sientes esa repugnancia tan impropia de ti.
-Vale, vale. ¿Pero a qué has venido?
-A advertirte. Por el cariño que le tengo a la chica, básicamente. Sé que su bienestar está ligado al tuyo, así que no he tenido más opción que presentarme ante ti.
-¿Y cuál es el peligro esta vez?
-Tú, como siempre.
-Bah, dime algo que no sepa.
-No des tantas cosas por sentado. Las arenas movedizas no se tragan a la gente. En cualquier caso, yo no soy ninguna de tus adorables mascotas, así que no me andaré con rodeos. Tienes un conflicto interior que no debes intentar resolver.
-¿Por qué? Quiero decir, supongamos que llevas razón y lo tengo. ¿He de dejarlo aparcado?
-Es esencial que lo hagas. Para tu cordura. Consúltalo con ellos, verás como me dan la razón.
-¿Y en qué consiste ese conflicto interior?
-Está claro. Tienes el alma dividida en tres.
-¡Yo no tengo alma!
-Llama como quieras a esa vasija que contiene las emociones. El dolor y la felicidad están mezclándose en un extraño remolino. Y si tratas de poner orden, el barco será engullido por las aguas.
-Entonces me quedo de brazos cruzados.
-Básicamente.
-Qué poco me conoces.
-Precisamente por eso te puedo dar un consejo objetivo. El mismo que ella decidió seguir tiempo ha. Silencio. No hables más de lo debido, pues todo será malinterpretado.

La chica guardó silencio y empezó a comprender. Cerró los ojos, respiró profundamente y se dispuso a preguntar en voz alta aquella cuestión que la atormentaba. Pero cuando abrió los ojos nuevamente, se encontraba completamente sola en la estancia. Ni rastro de la criatura.

-Genial -dijo cargada de resignación-. Esto es peor de lo que esperaba. Hala, otra dosis de fortaleza. Alma dividida en tres. Ja. Si supiese que son cinco los pedazos...


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