lunes, 17 de junio de 2013

Ego

No, esta no es la entrada de la que hablé, esa la pondré cuando buenamente me parezca. Esta es la entrada de siempre, la de ella, la de ellos.

Aunque esta vez no hay ellos. O si los hay, son otros diferentes.
No se pueden pedir peras al olmo, dicen. Y en mi mente, yo puedo pedir lo que quiera. En su mente, es parecido. Aunque ella ha visto peras en olmos y sabe que es complicado verlas, pero existen. Quizás en otro plano dimensional.

¿Y quién de ellas recolectó las peras? ¿El reflejo? ¿El modisco de la sombra? ¿La danza de la creación? ¿El vuelo infinito? ¿El perdón? Quizás un poco de todo. O de nada.

Lo que sé, es que había frustración. Todas sus facetas se preguntaban por qué querían un mundo diferente cuando todos estaban perfectamente felices con el mundo tal como era.
Pero hay dos caminos. La frustración o la aceptación. ¿Incompatibles? Bueno, a veces podemos frustrarnos, pero hay que acabar aceptando que las peras suelen encontrarse en los perales. Y si eres capaz de haerlas crecer en olmos, bien por ti, tienes un don. Pero no esperes verlo en los demás.

Por fortuna, no es un don único. Una vez, ella conoció a alguien que podía lanzarse en llamas a través de las ventanas. Y a otra persona que podía crear monstruos de la nada. Y qué decir de quien podía contemplar el mundo y procesarlo con diferentes colores.

La incomprensión suele conducir a la locura, mis pobres criaturas. Y muchos convierten sus dones en una maldición. O tienen tanto miedo de sentirse diferentes que se esconden dentro de corazas que yo atravieso sin demasiada dificultad. ¿Pero de qué sirve lo que yo haga? Lo que importa es lo que ellas hagan. Y lo que hagan los demás, la gente común, no metafórica.

Para mí es sencillo, para ellos no. Para ellas... depende del momento. Hay que tener mucho cuidado con la más joven. Aún tiene mucho que aprender y no se ha dado cuenta de que no puede correr hacia la primera llama que capta su atención en la noche. Pero para eso está el tiempo, ¿no?

En cualquier caso, cuando todo se volvía tangible había una única realidad y debía enfrentarse a ella. Se disputaban la victoria en una batalla en la que cuanto más te esforzabas, más fuerte se hacía el enemigo. Así que había que aprender a ser un poco salmón. Como en las tardes de otoño.

Ah, nuevamente me está dando sueño. Si no, no estaría hablando de lunas rojas que se parten en dos mientras suena "tacl, clicl, lalc". Y no habría césped en el que aspirar el aroma a naturaleza convalenciente. Así que es mejor que me reencuentre con la cama. Mañana tengo una entrada que redactar y ellos... ellos que sigan respirando. Ya es bastante.

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