sábado, 4 de mayo de 2013

No son como tú

Daro contemplaba la sonrisa forzada de su pelirrojo favorito. Tras las ondas de fuego podía notar la tristeza, la impotencia. Por no poder hacer nada, por no poder atravesar el umbral que conducía a los hilos del destino.

-No me gusta ver lágrimas en sus ojos -dijo el chico.
-¿Y por eso tengo que verlas yo en los tuyos?
-Me siento frustrado. E incomprendido al mismo tiempo.
-Eso déjaselo a ella. Tiene las cicatrices de las batallas, tú aún no estás preparado.
-¿No temes que se haga daño? Dejas que se lance y nunca haces nada por detenerla. Aunque arriesgue su vida.
-No la arriesga. Estoy aquí para asegurarme de ello. Por lo demás, no sé qué pretendes que haga. Sabes que tiene más poder que nosotros.
-Aun así...
-Shhh -Daro colocó un dedo sobre los labios del joven-. No te preocupes por ella. Hoy toca hablar de ti.
-Yo no estoy bajo tu protección.
-¿Eso crees? Nos hemos hecho demasiado daño en el pasado como para que ahora quieras negarlo.
-Pero... es que no lo entiendo.
-No puedes entenderlo. No debes hacerlo.
-¿Por qué?
-Porque de lo contrario, se corrompería tu naturaleza. Somos otros los que debemos cargar con los pecados del mundo.
-Al decir eso haces que me sienta inútil.
-Ni mucho menos. Yo te necesito para equilibrar el animal que llevo dentro. Y ella me necesita para... bueno, dejémoslo en que me necesita.
-¿Una balanza? ¿Eso soy?
-No es tan simple. Nuestro universo es precario y su tejido demasiado débil. Tanta complejidad necesita de alguien como tú para que no se convierta todo en caos.

El chico de los cabellos de fuego se arrojó a los brazos de Daro, el cual lo envolvió cálidamente mientras lo acunaba con suavidad.

-Sé que tu rol no es sencillo -prosiguió Daro-. Y sé que no te gusta que la última decisión dependa de alguien como ella. Pero hemos comprobado en múltiples ocasiones que es la única manera de que funcione.
-No es que ella tenga el poder lo que me abruma. Es el que eche a volar de esa manera. ¿Qué pasa con ellos? ¿Es que no ve el sufrimiento que causa?
-No digas eso. Ella es más que consciente de ello. Es una carga que pesa sobre sus hombros día y noche. Y si remonta el vuelo es porque ha conseguido tener fuerza para seguir adelante pese a ello. Pero no ha olvidado nada. Ojalá pudiese hacerlo. Yo estaría mucho más tranquilo.
-¿Entonces por qué soy yo el que se preocupa?
-Ah, pequeño, miras más allá de lo que se te permite y te haces daño. Eso es lo que sucede.

En ese momento, ella apareció de la nada, envuelta en brumas y sangre. Se limpió la comisura de los labios y sonrió. Los chicos la contemplaron en silencio. Silencio que ella quebró mientras tomaba asiento a su lado.

-Estoy enterada de todo -dijo-. Y creedme si os digo que siento tanto como vosotros todo lo que está sucediendo. Pero intervenir demasiado puede ser contraproducente. Soy la primera interesada en pintar de colores sus almas. Pero no puedo forzar a nadie a que nos deje entrar en sus miedos. Son suyos, debemos respetarlo.
-Pero están sufriendo -dijo el joven pelirrojo con amargura.
-Así es la vida. A veces sufrimos nosotros, otras ellos. En la mayoría de las ocasiones, ambos. Y cuando todo funciona bien, entonces damos dos vueltas al mundo y aniquilamos los restos de sombras. Pero si fuese tan sencillo, yo no tendría que existir.
-Yo solo quiero... que los rescates. Al menos... a él.
-No puedo.
-Pero...
-Lo siento. Ojalá pudiese hacer que lo entendieses. Pero eres el único de los tres que aún puede conseguir mantenerse al otro lado del umbral. No vamos a permitir que también te trague la oscuridad. No, no podemos. Eres la luz. ¿No lo entiendes? Eres la clave en todo esto.
-¿Y los demás?
-Son los errores y aciertos de mi vida.
-De nuestra vida -corrigió Daro.
-Como sea. Pero no debe intervenir nadie más.

El joven pelirrojo asintió en silencio. Se acurrucó entre los brazos de Daro, ocultando el rostro en su pecho. La larga melena de Daro cayó sobre él como una cascada oscura, protegiéndolo de la realidad que tanto daño le estaba causando.

La chica se incorporó, realizó una reverencia coqueta y se alejó para dejarlos a solas. Sabía que podía evitar todo esto con chasquear los dedos, pero sabía que eso significaría desencadernar una lucha sin fin que no podía permitirse ahora mismo. Debía preservar primero a los de su especie. Después, quizás, podría mostrar al mundo aquel otro tipo de dolor. Las lágrimas que se reflejaban en aquellos que estaban allá abajo. Sus niños. Entre los que estaba oculto el elegido, en algún lugar, a la espera de ser descubierto. Es por ello que tenía que ser precavida. No debía arriesgarse a arrebatar las vidas equivocadas. No... no todavía...

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