miércoles, 3 de abril de 2013

Un matorral y siete sobres

Quince años pasaron en el tiempo en que, realmente, solo podían pasar tres. Siete sobres escondidos entre zarzas. Y un pájaro levemente idiota, revoloteando entre las ramas bajas.

Mil gotas de lluvia en una taza. Dos mil fresas en formación, luchando contra atunes imperialistas. Y dos dinosaurios tomando té.

Tres tipos de arroz en un plato vacío. El vacío en el interior de un grano de arroz. Y la explosión que lo mandó todo por los aires.

Así eran las cosas en aquella parte del mundo. Entre gomas de borrar y puerros pochos, entre arena acristalada y un jazmín. La sombra del erizo engominado lo cubría todo en tres de cada cinco casas con cimientos.

La gente estaba satisfecha. Tenían órganos vitales en un número compatible con la vida. No eran atacados por tiburones alados con halitosis. Tampoco por aquellos cuyo aliento evocaba danzas de rosas negras en un lago de miel.

Mil seiscientos tulipanes, dos grajos y medio bar. El pleistoceno bailando un tango desvirtuado sobre la roca semiporosa. Semi, siempre semi. Semihundido. Semienterrado. Semisemi. Junto a dobles acordeones y triples lazos de fieltro azul.

Y cae la noche. Y caen los toldos sobre las lanchas repletas de elefantes. Todos a cubierto, es hora de descansar. Y soñar con imposibles.

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