viernes, 5 de abril de 2013

Sobre las nubes

Era una sensación maravillosa. Todo el mundo a sus pies, el universo entero para poder hacer y deshacer a su antojo. Volaba alto, cada vez más, dejando tras de sí cuanto había conocido. Se dirigía de lleno a una nueva aventura, un nuevo sueño. No podía saber lo que le deparaba el destino, pero podía tomar la decisión de lanzarse de cabeza y disfrutar.

La brisa enredaba sus cabellos, mientras la fragancia de la novedad la envolvía en un suave abrazo. Era feliz. Muy feliz. Como hacía mucho que no lo era. Y lo que más feliz la hacía era saber que había conseguido llegar hasta allí sin ayuda. No necesitaba a nadie vigilando sus pasos, guiando su camino en mitad de la oscuridad. Había agradecido esa ayuda en el pasado, pero ahora había aprendido, de forma dolorosa quizás, que podía seguir en la cima sin que nadie estuviese cerca.

Aunque tampoco estaba sola. Los tenía a ellos. Sus pequeños e inocentes animalillos, dulces y confiados. Sabía que podía acabar con ellos con un chasquido de dedos, pero en lugar de tomar esa decisión, se había decantado por preservarlos junto a ella. Los cuidaba, los vigilaba. Y disfrutaba en el proceso. Eran imperfectos, pero eso es lo que más le gustaba de rodearse de aquellas criaturitas. Se alimentaba de sus fallos y se sentía viva mientras dibujaba sonrisas en sus rostros heridos. Ella había estado en esa situación tantas y tantas veces... cómo no querer ahora cuidar de los que tenían menos suerte que ella.

Amaba a sus pequeños. Con locura. Quizás porque a través de ellos, de ausencias y presencias, de golpes de suerte y de giros inesperados, había conseguido conocerse mejor.

Sin embargo, aún quedaba un asunto pendiente. Daro. De él no era fácil prescindir. Y no quería hacerlo. Se apoyaría en él, delegaría cuando lo necesitase. Porque era el único digno. Y el único al que confiaría el cuidado de las criaturas.

Sonrió. El tiempo había pasado muy rápido y sabía que era cuestión de que la vida girase sobre sí misma un par de veces más. Entonces conseguiría al fin coronar aquella cumbre que se le antojaba imposible. Con ayuda o sin ella. Porque nunca perdería la capacidad de volar. Cada vez más alto.

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