martes, 2 de abril de 2013

Boira

Encadenando experiencias, sueños. Vivencias que una vez lo fueron todo y ahora no son nada. O sí son algo, pero un "algo" bastante diferente.

Hay personas que se cansan de saltar de una etapa de la vida a otra, pero yo no soy así. Mi único objetivo es disfrutar, ser feliz. Y para ello no puedo parar, no puedo estancarme. No en momentos que desaparecieron entre la niebla.

Así que siempre sonrío y camino. El mundo es el que es, pero también el que yo quiero que sea. Y mi mundo es un conjunto de situaciones, de personas, de palabras. Juntas han formado el sendero por el que me he desplazado sin cesar. Y lo siguen formando. Aún queda tanto por recorrer...

Por eso me siento afortunada. Porque tengo el don de poder ver siempre el lado positivo de cada parte de mi vida. De volar, sin límite, en ese espacio abierto al que únicamente yo doy forma.

Esto no implica que sea sencillo. Los dones hay que cultivarlos. El mío se alimenta de llanto, de sangre, de esperanzas rotas. Pero también de aquellas esperanzas recién nacidas, delicadas. De anhelos, de deseos dulces, de ilusiones eternas. De aquello que es la vida. La digiere y la transforma en un producto nuevo, listo para mi uso particular.

Luz, todo es luz. Que se cuela entre la niebla. Niebla densa, espesa... pero al mismo tiempo mágica. Niebla que no te deja ver lo que oculta, que aparta de tu vista aquello que antes podías dibujar con los ojos cerrados. Pero también es niebla que suaviza los contornos de las figuras, especialmente de aquellas cuyo filo podría herir tu alma.

Me gusta la niebla. Protege todo cuanto me importa, conservándolo intacto para mí. Para cuando quiera leer las páginas en las que está escrito mi pasado. Me permite concederme unos instantes llenos de encanto. He aprendido a disfrutar de su envolvente abrazo. Me dejo llevar, sonrío y danzo sobre la nieve que cruje bajo mis botas.

Después, me baña el sol. Los colores estallan a mi alrededor, más vivos que nunca. La realidad del presente, fascinante, juega a formar remolinos a mi alrededor. Es vertiginoso. Y atractivo. Es el mundo de las posibilidades infinitas.

El sendero, nunca pierdo de vista el sendero. Y si lo hago, vuelvo a crearlo sin mayor problema. Es mi don, ya lo he mencionado. El sinuoso camino que se interna en un pasadizo de arcos multicolores, de algodones suspendidos, de cascadas de cristal.
La luz es más intensa al fondo. Es cálida. Muy cálida. Es la luz de aquello que está por llegar. De todo cuanto me espera.

En estas circunstancias, es imposible no ser feliz.

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