domingo, 3 de marzo de 2013

Dame todo tu dinero, dices. Y la gente te da el corazón. Y cuando pides el corazón,  te entregan el hígado. Así no se puede.

Por eso, a veces es mejor no pedir nada. Porque luego también te piden a ti, han olvidado todo eso del altruismo y de ayudar a las personas maravillosas no necesitadas. ¿Qué valores se enseñan hoy día?

Es un poco como la historia del camello flaco. Sí, ese que se llamaba Rogelio y que vivía en un apartamento pequeñito, a las afueras de la ciudad. O igual no tiene nada que ver con esa  historia. Pero la verdad es que importa bien poco. Yo digo que la gente es cutre y vosotros asentís. Así funciona el mundo. Mi mundo, al menos. Los mundos de los demás... pues no sé. Pero son cutremundos, no hay lava, dinosaurios ni pájaros híbridos de hojalata y atmósfera peloponésica.

En cualquier caso, no me puedo quejar. Tengo libertad para patear a humanos de forma aleatoria y para asumir las consecuencias de mis actos. Pero como soy pacífica, no haré nada. Salvo ramonear, claro. Eso siempre es bueno.

A estas alturas de la entrada, no voy a contar tampoco hoy la historia de Hinojoso. Así que me limitaré a dedicar mis palabras a un puñado de infraseres. Sí, vosotros. A algunos os tengo cariño, a otros solo me acerco para robar posesiones materiales y órganos de calidad. Pero todos sois unos cutres. Es normal, el aire es cutre, yo misma soy cutre a ratos, cuando me relaciono demasiado con vosotros.
Sin embargo, os aprecio igual. Incluso a los infraseres informáticos (al menos, a ratos). Así que podéis aprender un poco de mí y apreciaros vosotros mismos. Esta vez no estoy aquí para tirar de nadie, posiblemente me he vuelto aún más egoísta que antes (cosa que me parece estupenda, todo sea dicho). Pero tampoco me  gusta ver a la gente pasarlo mal. Así que no sé, daos vidilla y dejad de quejaros tanto. Y eso va también por los que no se quejan pero sé que lo llevan por dentro. Que la vida a veces es complicada, ok. Pero mirar mal nunca ha solucionado nada (y se corre el riesgo de que nos confundan con Regargojana). Así que no sé... por un lado os mandaría un achuchón virtual. Por otro os daría de hostias. Es un sentimiento encontrado XD. Y como es tarde y no tengo ganas de hacer ni una cosa ni otra, pues termino esta entrada y me voy a dormir. Que es lo que se supone que debería haber hecho hace un rato. Ah, las noches, las noches.

Aunque igual sí podría contar la historia de Hinojoso...

Hinojoso nació en un hospital, como toda persona normal de tiempos recientes y mundo parecido al de una nutria. Aunque más que nacer, fue dado a luz, porque esa expresión tan ridícula siempre me ha gustado. La luz se siente honrada con tanta ofrenda infantil. O cabreada. Probablemente esto último, porque nadie quiere recibir niños llorones y feos como demonios. Salvo los masocas. Y ahora que lo pienso, nadie puede certificar que los demonios sean feos. Seguro que los canis lo son más.
Hinojoso, por su parte, ni era guapo ni era feo. Era uno de esos casos de normalidad absoluta. Podría haberse llamado perfectamente "Anodino Vulgaris", pero su madre (o la abeja reina que hacía las veces de madre) decidió que Hinojoso era un buen nombre.

Desde su nacimiento habían pasado ya un buen puñado de años. Entre 25 y 35, concretamente. Dejo ese margen de diez años porque realmente Hinojoso no tiene edad. Ni vida. Ni dinero. Solo tiene su nombre, un tren de alta velocidad al que no puede acceder y siete canicas.

Pero Hinojoso es un hombre feliz. Muere y resucita constantemente, como deben hacer las personas de bien. Se relaciona con sus semejantes, hace la compra y come pan. Un tío perfectamente normal.  Salvo por el detalle de que por las noches muta en abeja fría. Pero quién se libra de tener alguna manía similar...

El caso es que... acabo de decidir que Hinojoso se va a ir a dar la vuelta al mundo. En serpiente. Así que tendré que ir narrando sus aventuras. O no, todo depende de mi grado de vagancia en días venideros. Un grado que será elevado, para qué nos vamos a engañar. Pero igual no es un impedimento para que Hinojoso os conquiste con sus habilidades de humano septentrional. O sí. Ah, el tiempo dirá.

Hablando del tiempo. El tiempo está cansado de su pluriempleo. El tiempo dice, el tiempo cura, el tiempo pone las cosas en su sitio... eso por no mencionar el tema de los vinos y demás. Esto es algo que saca de quicio al tiempo, mucho. Aunque no tanto como el "tiempo al tiempo", porque recibirse a uno mismo como obsequio es un tanto egocéntrico y desconcertante.

¡Y el tiempo transcurre! Y yo consigo irme a la cama, al fin. Obligaciones mundanas me han forzado a permanecer despierta y escribiendo. Pero ya soy libre de conciliar el sueño y las relaciones internacionales entre un par de países. Y de elaborar compota de manzana. Una de esas cosas que nunca me digo que hay que hacer y que, siguiendo los dictados de la lógica, nunca hago. Si es que a veces soy de un racional que asusta.

Así que buenas noches, triglicéridos míos. Que la fuerza de un huracán pequeño y simpático esté con vosotros en estas horas de oscuridad en medio mundo y luz en la otra mitad. Oh, y cuidado con las lechugas. No son de fiar.

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