lunes, 11 de febrero de 2013

El heredero del pseudoperíptero

Era lunes. Y no era lunes. Era uno de esos días indecisos, que no se aclaran y quieren ponerme difícil el improvisar mis entradas. El caso, es que era un día aleatorio en mitad de una formación cósmica de bancos de atunes bicéfalos. Que vienen a ser como los normales, pero más molones.

Era el día  de Hinojoso. Pero él no lo sabía, por lo que no va a aparecer en esta entrada. Quien sí va a aparecer es un ruiseñor reumático con ideas dementes. Responde al nombre de Quejencio III. Pero lo he pensado mejor y... tampoco vamos a hablar de él. No sé el motivo por el que pluralizo, pues únicamente estoy escribiendo yo. YO. Que no es poco. Porque yo molo.

Así que esta entrada va a tratar sobre la felicidad. ¡Sí! Es un tema ñoño y manido, pero no me importa. Porque desde hace un tiempo, parece que se nos niega a muchos. Ya sea por la realidad social tan chunga que tenemos, ya sea porque nos pasan cosas malas (como que no nos den millones de euros) o porque tenemos cerebros defectuosos que funcionan como les viene en gana. Esto último es chungo, lo digo por experiencia. Pero aprendes a sobrevivir.

El caso, es que la gente es infeliz. Y llora, se tira por las ventanas o se autocastiga escuchando flamenco. Cualquiera de estas opciones es terrible, dura y hay que evitarla. Y la única manera de hacerlo es no teniendo ojos, ventanas ni oídos. O adoptando mi filosofía de vida.

"LA FILOSOFÍA DE VIDA DE MELLO"

Que consiste en cosas, no sé exactamente en qué. El caso es que la mitad ya sabe que me he vuelto al exilio, que he abrazado la soltería, que mi recuperación es lenta y estúpida. Y que los informáticos son el mal. Esto último ya es razón suficiente para no querer salir de la cama (y que haga frío tampoco ayuda). Pero eh, hay que hacerlo. Aunque sea solamente para patear gente.

¿Y cómo hacemos para tener el estado anímico necesario? Pues... ¡No se puede! Tenemos que maldecir, mirar mal al mundo y levantarnos igualmente. Por pura cabezonería. Y hacer cosas terribles, como encontrar el cargador de la  PSP, declarar mi amor a Skyrunner, leer letras que  juntas forman palabras... esas cosas. Y digerir alimentos, preferiblemente aquellos de procedencia humana.

Total, que podría pensar que tengo razones para quejarme, pero no voy a hacerlo. ¡No! ¡Negación! ¡Iie!
Porque tengo un viaje por delante a la tierra del sol naciente, porque me quedan muchos años de vida por delante, porque nada me ata ni me retiene (la fuerza de la gravedad no cuenta) y puedo hacer lo que quiera con mi vida. Hasta dedicarla a demostrar la existencia de lepismas gigantes bajo las camas de las residencias palaciegas.

Así que dicho esto, quiero animar a mis pequeños merluzos con su día a día. Sé que algunos no estáis en vuestro mejor momento. Pero pensad en las cosas buenas de la vida. ¡Mi existencia! ¡Lo feliz que sería yo con vuestros donativos económicos! Y bueno, luego hay cosas que os afectan a vosotros directamente, pero que como no me benefician, no las voy a nombrar.

Dicho esto, procedo a dejaros con un diálogo que escuché entre un limón y una fotografía de una Acacia:

-Son tiempos malos para las latas de albóndigas hiperdensas.
-Pero buenos para los andenes de terracota.
-Visto así, no es una mala época.
-Para nada. No hay cucarachas gigantes.
-Muy cierto.
-Y ahora, dejemos lo que estamos haciendo y vamos a entregarnos a las más bajas pasiones.
-¡La necrofilia!
-Casi. La recolección de setas.
-¡Allá vamos!

2 comentarios:

Melenudo mojado dijo...

Una entrada deliciosa, lástima que no la haya leído porque es muy tarde ^^. Siga ud así!!1!one!

M dijo...

Luego dirás que no haces nada para ganarte las hostias XDDD