miércoles, 16 de enero de 2013

Va tomando forma

Nunca debemos fiarnos de los tulipanes que llevan gafas de sol. Especialmente, si están pasadas de moda. Otra cuestión diferente sería que los portadores de lentes fuesen girasoles. Su naturaleza especial hace que no se los pueda juzgar de la misma forma que a los tulipanes.

¿Pero qué ocurre si con lo que te topas es con un geranio poeta? ¿O con un cactus envuelto en una gabardina? Ah, son el tipo de situaciones en las que la flora intenta engañarnos. Pero debemos ser más listos que ella. Debemos aprender a pensar fotosintéticamente, adelantándonos al enemigo.

Sépalos.

Pistilos.

Y una taza de té ya vacía, olvidada junto al romero.

Así pasan los días en esta llanura sureña, mientras los pájaros leen novela negra y las uvas pasas toman el sol.


"Hinojoso". Era esa palabra que transportaba el viento al pasar entre las copas de los árboles. Hinojoso Pamposito, aquel que estaba destinado a hacer grandes cosas.

martes, 15 de enero de 2013

Crisálida

Los dos chicos se contemplaban, pensativos. Frente a frente, midiendo las distancias, tratando de evaluarse el uno al otro.

-Tu corazón tiene heridas -dijo el joven de cabellos de fuego.

-También las veo en el tuyo -respondió Daro.

-El mío tiene cortes. Puñaladas que laceran y dejan después feas cicatrices. Pero el tuyo... el tuyo aún tiene la hoja clavada.

-No tengo por costumbre deshacerme de los golpes que asestan a mi corazón. Están ahí, como un recuerdo del día en el que alguien se acercó demasiado a las llamas.

-¿Y cómo va a curar entonces?

-¿Quién necesita que cure? Mira el tuyo. Endurecido, envuelto en una piel de cuero surcada de cicatrices. Hasta le cuesta latir.

-Es el resultado de múltiples ataques. Al final se vuelve más resistente, menos vulnerable. Los golpes solo hacen cosquillas.

-En eso nos diferenciamos. No hay barreras que impidan el daño en mi corazón. Pero el mango de los puñales tampoco deja que otros nuevos arañen la carne aún débil. Solo aquellas caricias tan suaves como para escurrirse entre el frío metal son capaces ahora de tocar mi cuerpo. Tener presente el dolor no es tan malo como parece.

-Nunca lo había pensado así. Pero el día en que alguien golpee demasiado cerca de una herida ya abierta, lamentarás no contar con un corazón como el mío.

En ese instante, la chica se acercó a los jóvenes. Sonrió.

-Otra estúpida discusión, ¿verdad? Sois como niños. Con lo sencillo que es impedir que acerquen las armas a nuestro vulnerable cuerpo...

-¿Cómo lo harías?

-Oh, es bien sencillo. En cuanto alzasen el puñal contra mí, me encargaría de abrir un nuevo agujero en mitad de su pecho. O de su frente. El lugar es lo de menos, lo importante es acabar con él antes de que pueda clavarte los dientes y envenenarte.

-Ataque como defensa...

-Oh, no, mis niños. Yo solo me limito a hacer el bien. Libero almas condenadas. Proteger mi vida es solo una consecuencia necesaria.

Los dos chicos se miraron sin terminar de entender el motivo por el que ella siempre mostraba ese desprecio hacia aquellos que vivían a sus pies.

-Quizás va siendo hora de que saque uno de los puñales -dijo Daro.

-Creo que no es necesario que lo hagas ahora mismo -El pelirrojo acarició la sangre que manaba de las heridas de su compañero-. Quizás mañana los vientos nos sean más propicios.

-No tienes que  temer mi muerte.

-Yo... yo no he dicho nada de eso...

La chica sacudió la cabeza con resignación. Podrían volver a pasar otras siete décadas y ellos seguirían igual. Repartiéndose el dolor del mundo.