miércoles, 23 de marzo de 2011

¡Tengo el poder!

Mhuahahaha.
Me he adueñado de la habitación, he devorado el último donuts (se siente, merluzo)y he tomado posesión del ordenador principal.
No es que sea gran cosa, pero por algo se empieza. Nadie puede dominar el mundo si no es capaz de hacer lo propio con una habitación. En realidad ahora domino la casa entera, pero no es que tenga especial interés en hacer uso de, por ejemplo, la cocina. La habitación es lo único que me importa. Ahora podría ser mala persona y cotillear esa foto que nunca me deja ver y que tiene guardada en un cajón... pero no sirvo para traicionar así la confianza de los demás. Yo dominaré el mundo con sinceridad y buenas palabras. Es decir, empujaré a la gente por un barranco mientras me disculpo.

Pero el verdadero poder lo tendré cuando consiga trabajo y dinero. Lo suyo sería obtener dinero sin trabajar, pero el mundo está muy mal montado y no premia la vagancia. Si es que no puede ser...

Por lo demás, sigo respirando y haciendo esas cosas de persona viva.

domingo, 20 de marzo de 2011

Feliz como un elefante

Podría ser feliz como un langostino o unas tijeras de podar, pero el elefante ha acudido a mi mente antes que los otros conceptos.

Últimamente no actualizo apenas el blog, pero es por un buen motivo. Paso el día disfrutando, así que cuando me quiero dar cuenta, han pasado varias semanas y no he escrito nada. Tampoco es que tenga nada interesante que contar, todo va estupendamente.

Y sobre esto tratará la entrada de hoy. Porque le pese a quien le pese, soy feliz. Y es que una no es tonta, y aunque la mayoría de la gente se alegra al verme bien, soy consciente de que hay algunas personas (especialmente las más apegadas a mi expareja) cuyo trato conmigo ha cambiado (o desaparecido) desde que estoy con otra persona. Como si les pareciese mal que no me hubiese costado rehacer mi vida, como si tuviese que sufrir algún tipo de castigo por lo que hice. Pues lo siento, pero no. Nunca me he molestado en desmentir nada, en aclarar hechos ni en dar explicaciones. Las relaciones son bonitas mientras funcionan, cuando dejan de hacerlo, se les pone punto y final. Nadie fuera de una pareja debería juzgar lo ocurrido dentro de la misma. Pero hay gente que lo hace. Aunque sinceramente, lo que piense gente que es capaz de juzgarte por opiniones de terceros, me importa bien poco. También hay quien, tras las críticas, lo que esconde es la envidia de ver que yo soy capaz de tomar las riendas de mi vida, de enfrentarme a mis miedos, de decir no a las cosas que no me convencen y de ser feliz sin tener que mendigarlo. Ains, si es que no se puede ser tan maravillosa.

Por supuesto, no tengo la certeza de que todo el que me trata diferente tenga esos motivos, tal vez simplemente la distancia cambia las relaciones. O puede que solo sean impresiones mías. Por eso no acuso a nadie (si tuviese la certeza de que entre mis amistades se encuentra alguien tan hipócrita, ya lo estaría mandando a paseo). Simplemente comento en voz alta, para que algunos entiendan que ahora mi vida es otra, la gente que me rodea es otra y que, si alguien se siente incómodo por ello, puede abrir la puerta (al fondo a la derecha) y largarse. Pero no voy a ocultar mi felicidad.

Tras este largo rollo, vamos a lo que me interesa.
¡La vida vuelve a ser maravillosa! Bueno, ya lo era desde hace un tiempo, pero ahora mucho más. Aún no he encontrado trabajo, es el único punto negativo. Pero afortunadamente no hay prisa. Bueno, también tengo lejos a mi familia (snif, snif) pero sé que Plinio cuidará de ellos.
Pero por lo demás, cada día que pasa es estupendo.
Vayamos por puntos.

-Punto 0,2. Jan es encantador. Es nenaza e informático, pero pese a ello, lo quiero con locura. También es cutre. Muy cutre. Pero es adorable. Ains. Ahora mismo lo tengo aquí al lado durmiendo (sí, a estas horas, ya he dicho que es muy cutre) y me podría pasar horas contemplándolo. Es taaan guapo... (aunque él lo niegue). ¡Y tan achuchable! Ya he encontrado la posición adecuada para enroscarme en torno a él cada noche y dormirme abrazándolo. Eso cuando no hablo en sueños y le digo "Y tú quién eres", claro. Pero está curado de espanto. Como yo con él, mhuahahaha.

-Punto 0,3. Mis amigos. Echo de menos a algunas personas de Sevilla y alrededores (ellas lo saben). Pero a diferencia de mi estancia en Jerez, donde me aburría soberanamente, aquí tengo a personas con las que me encanta compartir mi tiempo. Ahora cada fin de semana hay planes, risas y buenos ratos. Y no solo el fin de semana, cualquier momento es bueno para ver a ciertos merluzos. Es curioso ver cómo muchas de esas personas importantes para mí entraron en mi vida a raíz de visitar un foro. Pero la verdad es que me siento muy bien con ellos (que se dejen vestir de mujer ayuda XD).

-Punto 84. La ciudad. ¡Aquí hay de todo! No te aburres nunca. Me encanta pasear por el centro y ver la ciudad llena de vida, llena de cosas. Algunos lo consideran agobiante, pero no es mi caso. La sensación que tengo es la de estar en un lugar lleno de cosas por descubrir, donde puedo adaptarme y llevar la vida que siempre he querido. Las circunstancias a mi alrededor podrían cambiar drásticamente, pero sé que aquí encontraría lo que busco.

Con todo esto, a día de hoy tengo claro que no necesito más para ser feliz. Bueno, por pedir, quiero un trabajo que me guste y poder pillar un avión cada vez que tenga ganas de saludar a mi familia. Pero lo básico, el sentirte bien, el encontrar tu lugar, el tener ilusiones y sueños, el levantarte cada mañana pensando que tienes todo lo que deseas... eso lo he conseguido ya.
Quiero dar las gracias a todos los que siguen a mi lado, desde la distancia o a pocas paradas de metro. Día a día o esporádicamente. A los que comparten conmigo sus alegrías y penas, sus historias y trocitos de sus vidas. Sé que ellos se alegran de verme feliz, porque parte de esa felicidad me la han entregado con sus propias manos. Y yo me alegro de poder seguir contando con ellos, espero que por mucho tiempo.

Hala, feliz día del teclado violento.

viernes, 4 de marzo de 2011

Un mazapán arborescente

El catalán no es feo. Lo que es feo es el cacao de lenguas que tengo encima. La culpa es del ciclo, que el curso pasado tuve que aprender francés y solo me ha servido para mezclarlo con el catalán y obtener un resultado... curioso.

Pero bueno, hay vida más allá del estudio (como violar a Jan).
Y también más allá de eso.

Os voy a contar la historia de un molusco con tacones. Se llama Prim. Nació en un pueblo perdido de montaña (en Olivera del Geranio 3,2) y su destino era hacer del mundo un lugar mejor. Para ello contrató los servicios de una oruga que en sus ratos libres devoraba excavadoras. No le sirvió de mucho, pero la familia de la oruga supo sacar buen provecho del dinero recibido (invirtió en casinos, cementerios para leprosos y clonación de ratas sin patas).

El caso es que Prim decidió fundar su propio partido político. Picateclas por la evolución humana. Él no era humano, pero no importa. Uno puede solidarizarse con causas que le son totalmente ajenas, como la hambruna en la cara oculta de la luna (pero solo la que tuvo lugar en los años 30, las posteriores nunca tuvieron el mismo tirón).

Una vez el partido se hubo presentado a las elecciones, ocurrieron muchas cosas. Eh, me acabo de acordar de mi sueño de esta noche. No tiene nada que ver, pero paso de seguir con la historia ahora que me ha venido a la mente.
Yo estaba en una nave espacial (en realidad tenía toda la pinta de ser un edificio cualquiera, pero las paredes eran metálicas y por las ventanas podías ver estrellitas monas). Dicha nave iba a la deriva (si es que eso sucede en el espacio) y yo tenía que abandonarla si quería vivir. Tras cruzar decenas de puertas que se comunicaban con muchísimos ascensores (como en una fase de RPG cualquiera) llegaba a una sala en la que había una jaula con espacio para tres personas. Dicha jaula era una nave de emergencia, salvavidas o como se la quiera llamar. Estaba dotada con una serie de ganchos metálicos que hacían las veces de cinturones de seguridad, además de controlar que las constantes vitales de los ocupantes fuesen óptimas.

Pero entonces ocurre algo, la máquina se vuelve loca, los ganchos cobran vida y se dedican a intentar atacarnos como las malvadas serpientes metálicas que eran.
¿Cómo salir de esa situación? Cambiando de sueño y encontrándote con un animalito adorable que tiene una dentadura de tiburón y que come personas si tiene hambre. Y así termina el sueño, conmigo dándole salchichas de pavo a ver si así decide que es mejor no mordisquear seres humanos.

Todo esto lo sabe Prim, claro. Y lo ha convertido en parte de su discurso político. Imagino que ahora se puede entender que nadie haya escuchado hablar de él, la organización que vela por la seguridad ciudadana (los dentistas, o los equipos de fútbol, ahora no recuerdo) ha considerado que todo esto es síntoma de una salud mental deteriorada. Pobre Prim. Lloremos por él durante tres segundos.

Y ya está, esto es todo en la actualización de hoy. Es viernes. Las moscas vuelan. Fin.