miércoles, 1 de septiembre de 2010

De un jamón que no tenía familia

¡Ya estamos en septiembre! Y yo juro por una pelusa fosilizada que pensaba actualizar con mayor frecuencia. Pero la culpa de todo la tiene Jan, que me secuestra y no puedo escribir. Por suerte para vosotros (para mí todo lo contrario) de aquí a unos días me toca volver al exilio y no tendré excusa para no actualizar (más allá de la vagancia).

Hoy me he dado cuenta de una cosa. El universo tiene forma de cono de helado. No, no estoy loca. Puedes comprobarlo en el siguiente enlace: http://enlacetimoquenoexiste.com

Pero hay cosas más importantes de las que me he dado cuenta. Que Jan es sodomizable es demasiado evidente, así que es obvio que estoy hablando de otra cosa. ¿De qué? De los abejarucos.

Ahora en serio, hoy es uno de esos días en los que te levantas algo más tristona y te pones a pensar en el pasado y en la gente que has perdido. Y te da miedo la gente que puedes perder. ¿Qué hago yo sin mi Jancio?
De paso, me he dado cuenta de que había ciertas cosas que me hubiese gustado decir a determinadas personas. Pero le he puesto remedio. No es que quiera volver a remover el pasado (de hecho, mi vida está muy bien como está) pero precisamente quería tener la sensación de que ya no me queda nada por hacer relacionado con mi vida anterior. Ya he podido pasar página de forma definitiva.

Ojalá más gente hiciese eso. Muchas veces la gente aparca su pasado y cree que lo ha dejado atrás porque no piensa en él. Pero realmente lo que ocurre es que no se atreven a decirle adiós para siempre. Lo dejan ahí, escondido en el desván. Y cuando menos se lo esperan, se encuentran con un recuerdo que hace daño. No son conscientes de ello, pero viven entre el pasado y el presente, cerrando los ojos en ciertos momentos, tratando de creerse sus propias palabras, fingiendo que viven en una ilusión donde se levantan victoriosos.
Pero no es así. Se esconden, tienen miedo de decir adiós. Porque no quieren. Y por eso nunca cerrarán la última puerta. Yo me alegro de haberlo hecho. Algunas se han cerrado con una nota de despedida, otras ya estaban cerradas y, simplemente, he decidido que no me interesa saber cómo se cerraron ni si queda alguien al otro lado. El sentimiento que queda es raro. Por una parte te dices que no era necesario volver la vista atrás para comprobar si habías cerrado bien la puerta. Te sientes tonto, como cuando una vez estás en la calle, te asaltan las dudas y vuelves a subir a casa para comprobar si has cerrado con llave (descubriendo entonces que así es). Pero tras esa sensación temporal de estupidez, ya no tienes que preocuparte más por la puerta, ya sabes que está cerrada para siempre.

Sin embargo, otros afirman haber cerrado la puerta pero se niegan a comprobarlo. Confían en haberlo hecho, pero luego pueden llevarse una sorpresa. Pueden regresar y comprobar que alguien ha entrado en casa, dejando a los pies de la cama miles de recuerdos hechos pedazos. Recuerdos que no habrían visto romperse si una puerta cerrada no les hubiese dejado entrar donde no debían. Pero albergaban secretamente la esperanza de que la puerta, tal vez abierta, los condujese nuevamente frente a estanterías llenas de hermosas vivencias, intactas. No es así. Una puerta debe permanecer abierta mientras puedes estar allí. Si has de dejar el lugar atrás, como dejas atrás el pasado, una puerta abierta es la forma más sencilla de que se cuelen indeseables a destrozar el interior. Y eso es lo que hacen muchos con el tiempo que ya ha quedado atrás. Dejarlo a su suerte, con la vana esperanza de que, si vuelven a enfrentarse a él, todo esté en mejores condiciones que cuando lo dejaron a un lado. Cosa que nunca sucede.
Tal vez soy muy negativa, es posible. Pero es que aún no he conocido ladrones que se dediquen a entrar en las casas a limpiar el polvo y dejarlo todo reluciente.

Dicho esto, que dudo que entiendan aquellos que, precisamente, van dejando puertas abiertas alegremente, tengo que mencionar otra cosa muy importante. El ostracismo.
Y es que ayer encontré en la parada de metro a una rodaja de piña exiliada. Vestía con colores chillones y zapatos de tacón de aguja. Quise preguntarle acerca de la constelación del chipirón tieso, pero desapareció de mi vista como por arte de magia.

Pero no importa, todos sabemos que no hay nada que no se solucione con una bombilla de gomaespuma, celofán y feldespato. O con triglicéridos.
En cualquier caso, hay algo que me tiene preocupada. Y es Jan. No se deja sodomizar. Snif. Pero lo peor es que lo quiero pese a ello. Con locura. Y eso no es sano. ¿Y si me empiezo a plantar un futuro seriamente a su lado? ¿Y si luego se me pasan cosas horribles por la cabeza como reproducirme? Tengo miedo. Matadme. Y entregad mis órganos a una sociedad secreta para que hagan bolsitos con ellos.

8 comentarios:

Kagu dijo...

Reproducirse no es una cosa tan mala. Mira los mp3, lo hacen constantemente y ahí están, tan agustito.

A mí no se me da bien cerrar puertas, me las dejo todas abiertas de par en par, para que pase quien quiera. Y así me va...

M dijo...

Entonces mutaré en mp3 XD
Respecto a las puertas, ya que no puedes cerrarlas, deja pinchos en la entrada. Al menos así le da más emoción XD

MaNoPlaS dijo...

Puertas abiertas y cerradas, parece el cuarto nivel de la película origen XD

Me hago daño dejando las puertas entornadas... Pero no puedo romper con mi pasado ni con su gente.

Todavía tengo empatia por mi pasado.

M dijo...

No puedes no, no quieres, hablemos con propiedad XD

(Yo es que paso de sentir empatía hacia cosas que ya no existen)

MaNoPlaS dijo...

Yo creo q con un poco de esfuerzo podrían volver a existir :(

Alberto Zeal dijo...

Interesante reflexión, a la que le añadiría otra más: no sólo has de tener cuidado con ver si la puerta está bien cerrada, sino tb de si has cerrado la puerta como debías hacerlo. Si cierras de un portazo, corres el riesgo de romper el quicio de la puerta; si lo haces de manera apropiada, esa puerta no se abrirá más.

Con todo, creo que es bueno recordar el pasado (que no vivir en él). De nuestras vivencias podemos aprender mucho y sacar conclusiones decisivas para nuestra vida. Y oye, a mí me ha funcionado bastante bien ;)

M dijo...

Manoplas, eres libre de pensar eso, pero sé sincero contigo mismo y plantéate si ese esfuerzo te está sirviendo de algo.

Alberto, comparto plenamente tu añadido :)

MaNoPlaS dijo...

Pues absolutamente de nada... Pero algo tendré que hacer! :-(